MUCHOS RECORDARAN CUANDO JESUS LLORA y se lamenta por la ciudad que el apreciaba, era la ciudad de Jerusalén, este pasaje lo encontramos en Lucas 19,41-44, dicha ciudad no había querido y muchos menos reconocido la paz de Dios manifestada en Jesús y el proyecto de Dios. Un sentimiento característico de los humanos es la consecución de la paz a escala local, global y porque no decirlo, familiar. Para unos la paz es cuestión de un voto en las urnas, para otros, posibilidad de mantenerse en el
poder y para muchos, los comunes con proyectos emergentes es una preocupación histórica mezclada con sentimientos de impotencia, llanto y sufrimiento palpable. Los conflictos, las muertes, las desapariciones forzadas, la mutilación del espíritu, el exilio forzado de los creyentes, producto de la guerra y la acción política militar y por si fuera poco, los fundamentalismos religiosos que poco a poco se han ido instalando en muchos movimientos laicales, no pueden ser siendo el pan de cada día. Que el llanto y la lamentación de Jesús, que menciona lucas en el evangelio, estremezcan nuestra inteligencia, sentimiento y voluntad, que realmente todo aquel que profesa la fe católica se exija a si mismo con responsabilidad marcar caminos de justicia, logísticas creativas de reconciliación y construcción de escenarios de convivencia en todo ámbito, ¡no más divorcio entre fe y vida!
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