HONRA A TUS PADRES 4



Esta catequesis que inicia esta semana, la cuarta en relación a los ejercicios espirituales sobre los 10 mandamientos te enseñara y guiara a hacer un mejor hijo. No olvides de orar, en base a los ejercicios del primer ciclo, El Señor ira haciendo su obra en ti, para gloria y honra de El.


CUARTO MANDAMIENTO
Honrarás a tu padre y a tu madre.

  • Los tres primeros Mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios.
  • Los otros 7, se refieren a la relación con el prójimo. El Cuarto Mandamiento encabeza este grupo.
  • Esto corresponde a la enseñanza de Jesús cuando dice que hay dos mandamientos: el primer mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, alma... El segundo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"

Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre.

  • Antiguo Testamento: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar (Ex.20,12).
  • Nuevo Testamento: "Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. ´Honra a tu padre y a tu madre´, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa" (Ef 6,1-3).
  • Es el único Mandamiento que menciona una recompensa: su fruto es paz, amor, crecimiento humano.

La Familia en el plan de Dios.

  • Establecida sobre el consentimiento de los esposos.
  • El matrimonio y familia están ordenados:
    • al bien de los esposos
    • y a la procreación y educación de los hijos
  • El amor de los esposos y los hijos establecen relaciones personales con responsabilidades y derechos primordiales (prioritarios).
  • Los esposos tienen igual dignidad. (contra el machismo).
  • La familia es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública.
  • La familia cristiana
    • La Iglesia doméstica: porque ella es una manifestación y actuación específica de la Iglesia.
    • Es comunión de fe, esperanza y caridad.
    • Comunión de personas que refleja la Trinidad.
      • en su obra procreadora y educativa.
      • vida de oración y sacrificio en Cristo.
      • evangelizadora.

Familia y sociedad

  • Célula original de la vida social
    • es un bien para la sociedad
  • La familia (su estabilidad, autoridad y vida de relación ) son los fundamentos de la libertad, seguridad y fraternidad de la sociedad
    • en la familia nos formamos en los valores.
    • nos iniciamos en la solidaridad, servir sin egoísmo.
  • Deber de apoyar a la familia
    • La autoridad civil tiene el deber grave de reconocer la familia, protegerla, asegurar la moralidad pública.
    • muchas familias necesitan ayuda para cuidar a algún miembro (niño, anciano)
      • otras familias, personas deben ayudar...
      • una sociedad civilizada cuida de sus mas débiles.
        • según el principio de subsidiaridad.

El cuarto mandamiento, basado en la familia, ilumina las demás relaciones en la sociedad

  • Honrar y respetar a todos los que Dios ha investido con autoridad.
    • se dirige expresamente a la relación de los hijos con los padres: la relación mas inmediata y universal.
    • pero también:
    • miembros del grupo familiar.
    • abuelos, antepasados.
    • alumnos con maestros
    • empleados respecto a los patronos.
    • subordinados respecto a sus jefes.
    • ciudadanos respecto a su patria y gobernantes.
  • Implica los deberes de los que ejercen autoridad: padres, tutores, maestros, jefes, gobernantes.
    • "el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo" -Mt. 20, 26.
    • Toda autoridad procede de Dios
      • debe inspirarse en Dios.
      • Cuando no lo hace, toma de una ideología sus finalidades.
        • al no tener un criterio objetivo del bien y del mal se hacen totalitarias.
    • Tiene un objeto específico.
    • nadie puede ordenar lo que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley moral.
    • no se pueden suspender los derechos políticos sin motivo legítimo y proporcionado.
    • debe mantener una jerarquía de valores.
    • buscar el bien común sin violar el derecho de nadie.
  • Deberes de los ciudadanos.
    • mirar a sus superiores como representantes de Dios.
    • cooperar para el bien de la sociedad
      • impuestos, voto, cumplir las leyes..,..
    • hay derecho y a veces el deber de una justa crítica.
    • hay obligación de no acatar las leyes cuando estas son contrarias a la moral o a los derechos fundamentales de las personas.
      • hemos de seguir la recta conciencia.
    • Mt 22,21, "dad al Cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios"
    • resistencia a la opresión
    • orar por ellos -1 Tim2,2

Deberes de los hijos -CIC

  • La paternidad divina es la fuente de la humana y es el fundamento del honor debido a los padres.
  • Dios quiso que, después de El, honrásemos a nuestros padres,
  • A los padres se les debe respeto
    • hecho de gratitud para quienes le dieron la vida y la fe.
    • se expresa en la docilidad y la obediencia
      • "el hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión" Pr 13,1
      • el respeto tiene su raíz en el temor de Dios.
  • El hijo debe obediencia mientras vive en la casa de sus padres.
    • "Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor" -Col 3,20.
    • deben obediencia también a sus educadores.
    • excepto en lo moralmente malo.
    • ejemplo de Jesús: "vivía sujeto a ellos (Lc. 2, 51)
  • Los hijos adultos ya no están bajo obediencia pero deben seguir respetando a sus padres. Deben atender a sus deseos, solicitar sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas.
    • deben prestar ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, en soledad y abatimiento.
      • Jesús cf. Mc 7, 10-12
  • El respeto a los padres irradia en todo el ambiente familiar.
    • virtud esencial para convivir en la Iglesia y sociedad
    • Ef 4,2 "Soportaos unos a otros en la caridad, en toda humildad, dulzura y paciencia".
  • Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe. Sean padres, abuelos, sacerdotes, religiosas...

Deberes de los Padres

  • Educación moral y espiritual
    • "el derecho y deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables"
    • "el papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse".
    • Educar desde su primera edad
    • Los padres tienen el derecho de elegir la escuela y el deber de buscar la mejor.
  • Evangelizar a los hijos
    • A conocer al Señor íntimamente..
    • Cumplimiento de la ley de Dios.
    • Asociarlos a la vida de la Iglesia.
  • Enseñar las virtudes: aprender la abnegación, el sano juicio, el dominio de si.
  • Enseñar a subordinar las dimensiones materiales e instintivas a las interiores y espirituales.
  • Los padres deben dar ejemplo, siendo ellos mismos obedientes.
    • como llevan el hogar: ternura, perdón, respeto, fidelidad, servicio.
    • su vida personal
    • reconocer sus errores.
  • No exasperar "Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos mas bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor" -Ef 6,4.
  • En su vocación de padres crecerán en santidad. "Los hijos, a su vez, contribuyen al crecimiento de sus padres en la santidad"
  • Todos deben ofrecer perdón

Los hijos tienen el deber y el derecho de escoger su vocación

  • Los padres no deben presionar y sus consejos deben ser desinteresados.
  • Padres deben mirar a los hijos como hijos de Dios y respetarlos como personas humanas.

Los vínculos familiares no son absolutos

  • "el que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí" Mt 10,37

Habiendo leido, lo anterior que es como un bosquejo de lo que sigue a continuacion, pido que medites bien y te ejercites en este mandamiento, Animo!!!

Cabe mencionar, que la explicacion catequetica es posible graciass al P. Antonio Rivero.



Honrarás a tu padre y a tu madre

Comenzamos ahora los mandamientos relacionados con el prójimo. Los tres primeros se referían a la relación con Dios. Los siete restantes, al prójimo. ¡Qué desprendido es nuestro Dios que sólo quiere para sí tres mandamientos!

Dios podía habernos dado sólo los tres primeros, y así tenía asegurados sus propios derechos, su dignidad. Pero no. También quería poner las obligaciones de los hombres entre sí. Estos siete restantes hacen posible la convivencia humana, la armonía, la estabilidad, la paz, la fidelidad.

Y dado que los más cercanos y próximos a nosotros son los padres y hermanos, por eso Dios reservó el cuarto mandamiento a la relación con nuestra familia: padres y hermanos.

Dice Dios en el libro del Éxodo 20, 12: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar”.

Este, mandamiento obliga no sólo a los hijos con los padres, sino también a los padres con los hijos. Es más, también a los alumnos con respecto a sus maestros y profesores, y a éstos respecto a sus alumnos; al obrero y al patrono, a los súbditos y a los superiores.


I. VIENES DE UNA HERMOSA FAMILIA

Quiero valorar lo que es la familia, de donde tú y yo venimos.

La familia debe ser el rostro de Dios, el rostro viviente de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. La familia es una gran maravilla que Dios te regaló. Por eso, atacar y destruir la familia es hacer añicos la imagen de Dios en la tierra. Cada familia está llamada a reflejar el rostro de Dios.

Lo esencial de cada familia es el amor. El amor es el rostro de Dios. La familia, en la vivencia de un profundo clima de amor, transparenta el único y verdadero rostro de Dios. En el amor familiar, te repito, se palpa o se debería palpar el rostro de Dios.

El rostro de Dios, contemplado en una familia, motiva a que otras, que aún no viven esta hermosa realidad, busquen imitar. Familias en las que no falta el pan ni el bienestar familiar, pero sí la concordia, alegría y paz del corazón; familias cargadas de un sufrimiento escondido por mil razones; familias sumergidas en la pobreza extrema de muchos campesinos, indígenas y emigrantes. ¡Que en estas familias comience a brillar el rostro de Dios!

¿En tu familia se transparenta el rostro de Dios? Cuando tú formes tu propia familia, ¿se palpará en ella el rostro de Dios?

Dado que la familia es el marco natural donde se realiza el amor, la auténtica vida de la familia debe estar presidida por las características del amor: la entrega o donación incondicional, el diálogo, la atención al otro y a sus intereses por encima de los míos. Sólo sobre esta base se podrá construir un matrimonio y una familia. Además, para que el amor familiar sea auténtico, debe ponerse a Dios como centro de esa relación, porque Dios es el Amor.

Si tú has recibido esa llamada de Dios a formar una familia a través de los signos que Él usa para manifestar su voluntad, puedes considerarte privilegiado, pues Él ha depositado en ti todo su amor y confianza. A ti te toca entonces respetar responsablemente la voluntad de Dios sobre el matrimonio y la familia, tratar de conocer en profundidad los planes de Dios sobre ella, sus designios de amor, y ponerlos en práctica.

Un matrimonio y una familia que viven siempre cerca de Dios, porque rezan y se nutren de los sacramentos, no sólo no envejecen en su amor, sino que renuevan cada día la frescura de su amor joven.

El matrimonio está de acuerdo a la naturaleza humana, ha sido concebido por Dios para dar un marco apropiado y noble a la procreación humana. Los animales se guían por instintos y no conocen lo que es el amor, pero el hombre necesita un ambiente estable de cariño, una institución que asegure y guíe su desarrollo; esto es el matrimonio.

Por eso, cuando en la educación del joven o del niño falta la familia o hay problemas dentro de ella, se producen grandes traumas emocionales, psicológicos, afectivos, educacionales, que marcarán para siempre la vida de ese hombre o de esa mujer.

Por todo ello podemos deducir que la familia es un magnífico camino de santidad y de formación integral que necesita del esfuerzo personal de todos sus miembros para cumplir su cometido, pero que cuenta también con una privilegiada asistencia de Dios a través de gracias muy especiales.

¿Qué no debe faltar en la relación entre los esposos para que esa familia transparente el rostro de Dios?

El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, en vistas a la unión mutua y a la procreación y educación de los hijos. Es la institución concebida por Dios en la que el hombre y la mujer viven una íntima unión indisoluble, se apoyan y ayudan, crecen en el amor y colaboran con Dios para hacer crecer la humanidad con nuevos hijos. Para realizar este designio maravilloso de Dios para estos esposos es necesario que se den estas cualidades entre ellos: diálogo, donación incondicional al otro, ayuda mutua, procreación y educación de los hijos.

Primero, diálogo. En el diálogo debe entrar toda tu personalidad: voluntad, afectividad, los sentidos, la inteligencia, la fuerza de las pasiones, las emociones, etc. El diálogo te brinda la ocasión de ser escuchado y de escuchar, de comunicar lo que piensas y crees, y de acoger al otro como es. El diálogo se construye con la humildad y la caridad.

Por la humildad, escuchas al otro, aceptas sus puntos de vista, cedes, buscas un punto de acuerdo. Por la caridad, acoges al otro tal y como es, con sus defectos y virtudes, le consideras como alguien que merece todo tu respeto, buscas hacerle todo lo que te gustaría que te hicieran a ti.

No es fácil el diálogo. Es un arte. ¡Cuántos problemas matrimoniales nacen de una pequeña grieta en el diálogo! La receta para el diálogo, ¿cuál crees que es? Buscar la verdad por encima de cualquier interés personal y atender siempre al bien del otro. En el diálogo no se trata de buscar “mi” verdad sino “nuestra” verdad; la de los dos, que es una verdad compuesta por la verdad de uno y la verdad del otro.

En segundo lugar, donación incondicional al otro. La donación es la forma auténtica de expresar el amor siguiendo el ejemplo de Cristo que nos manifestó su amor entregándose por nosotros. Esta donación no es fruto sólo del afecto sensible. Tampoco se puede reducir a la dimensión sexual. La donación incondicional es la entrega al otro sin buscar compensaciones, aunque cueste.

“La sexualidad –dice el Papa Juan Pablo II-, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. La donación física total sería un engaño, si no fuese signo y fruto de una donación en la que está presente toda la persona, incluso en su dimensión temporal; si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente...”

“Esta totalidad, exigida por el amor conyugal, corresponde también con las exigencias de una fecundidad responsable, la cual, orientada a engendrar una persona humana, supera por su naturaleza el orden puramente biológico y toca una serie de valores personales, para cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribución perdurable y concorde de los padres. El único lugar que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado” (Juan Pablo II, Exhortación apostólica “Familiaris Consortio”, n. 11)

Ayuda mutua, en tercer lugar. Ayuda mutua en todos los campos: en el campo espiritual y material, en la educación de los hijos, en la repartición de papeles dentro de casa, en la colaboración en la unión sexual donde los dos cónyuges colaboran entre sí y colaboran con Dios para dar la vida a nuevos seres humanos, sus propios hijos. Con la ayuda mutua se sostienen el uno al otro, y siempre estarán fuertes y en pie.

Finalmente, procreación y educación de los hijos. La fecundidad es una de las características del amor conyugal. Esto no significa que no se pueda dar el amor en un matrimonio sin hijos. El matrimonio es la institución humana donde se acoge la vida. Por eso, el matrimonio que vive guiado por el amor a Dios y el respeto a su voluntad, siempre se caracterizará por la apertura al misterio de la vida. Será necesariamente generoso con ese don de Dios.

El hijo es un don que brota del centro mismo de ese amor, de esa donación recíproca. Es su fruto o cumplimiento. Por eso la Iglesia enseña que todo acto conyugal debe estar abierto a la vida. El hombre no puede romper por propia iniciativa la unión entre el significado procreativo y el unitivo del acto sexual . Cuando la pareja quiere responsablemente distanciar el nacimiento de sus hijos, puede hacer uso sólo de los medios naturales que respetan el plan de Dios y la dignidad del matrimonio y de la sexualidad, y siempre esa pareja estará abierta a la nueva vida, si viniera. Ya explicaré más tarde este punto, cuando analice el sexto mandamiento.

Y sobre la educación de los hijos, hay que decir que es un deber de ambos, no sólo de la mujer. Debe ser complemento educativo: padre y madre. Cuando los padres dialogan sobre la tarea educativa, esté quien esté de los dos frente al hijo, es como si estuvieran ambos. Además se suele objetar el tema de la complementación con el hecho de que la madre dedica más tiempo al hijo, y esto no es cierto. Porque no interesa tanto la cantidad de tiempo que cada uno brinda a sus hijos, sino la intensidad educativa con que se aproveche ese tiempo. Gracias al complemento de los padres, los hijos pueden lograr más fácilmente su equilibrio psicológico y su definición sexual.

La educación de los hijos es uno de los mejores servicios que se pueden prestar a la Iglesia y uno de los apostolados más excelentes.


II. REDESCUBRE EL VALOR DE LA AUTORIDAD

En
este cuarto mandamiento, Dios quiere que honres a tus padres. El verbo honrar es un verbo amplísimo que implica respetar, obedecer, admirar, agradecer, querer, ayudar.


Tus padres te han dado todo, no sólo la herencia genética o tu ADN, sino también recibiste los cuidados maternos, la alimentación, el vestido, la educación, la fe.

También este mandamiento te pide que respetes la autoridad de tus padres y de quienes ejercen algún mando en tu vida. Al confiar Dios a los padres la vida y la educación del hijo los ha dotado de autoridad para tal fin.

Dicen en inglés: “Authority is the worst form of argument”, es decir, la autoridad es la peor forma de argumentar. Yo diría: según qué entiendas tú por autoridad. Por eso, quiero explicarte lo que es realmente la autoridad. Si entiendes esto, deducirás lo que te pide Dios en el cuarto mandamiento: honrar a tus padres.

Evidentemente que los hijos son fuente de innumerables alegrías. Pero también son causa de permanentes preocupaciones. A medida que crecen los hijos, crecen los problemas que ellos plantean. Problemas de desarrollo, de carácter, de integración, de capacidad, de salud, problemas económicos. Cuando son pequeños, en general, los problemas son pequeños…cuando crecen, los problemas son más graves.

Comienza el natural tira y afloja, entre los padres y los hijos. Éstos, ansiosos por ir estrenando el don de la libertad; aquellos, colocando límites, porque aún “son muy chicos” y pueden seguir caminos equivocados. Llegan momentos difíciles para los padres, quienes frente a diversas situaciones o circunstancias del hijo, se preguntan: ¿qué hacemos? ¿Mandamos y obligamos? ¿O les tenemos paciencia? ¿Castigamos y “mano dura”? ¿O somos comprensivos? ¿Qué hacemos?

Se plantea el problema de la autoridad.

Pero, ¿qué es tener autoridad? Si buscamos en el diccionario, encontraremos que autoridad es tener poder sobre una persona. Pero, ¿qué tipo de poder?

Si realizas una encuesta sobre qué es autoridad, o qué tipo de poder da, la mayoría responderá que es poder para “mandar”. Esta respuesta surgirá de la propia experiencia del hogar, del trabajo, de la política, del gobierno, etc. Es esta misma concepción la que hace que exista, especialmente en las generaciones jóvenes, un rechazo a la autoridad, porque ella aparece como una limitación y amenaza para la libertad.

Sin embargo, los cristianos gozamos de un Dios que tiene poder infinito y ese poder puede utilizarlo para ayudarnos y salvarnos. Cristo, que tiene el poder del Padre, se presenta como el Buen Pastor, mostrando un poder para amar, dar vida y servir a los suyos.

¿Dónde está la clave? Analicemos el vocablo AUTORIDAD. Viene del latín “auctoritas”, que significa garantía, prestigio, influencia. Deriva de “auctor”; el que da valor, el responsable, modelo, maestro; que a su vez se relaciona con el verbo “augeo”, acrecentar, desarrollar, robustecer, dar vigor, hacer prosperar. Entonces, autoridad viene de auctor y auctor es el que tiene poder para hacer crecer.

Por lo tanto, los padres son verdadera autoridad para sus hijos no en la medida en que los “mandan”, sino en la medida en que son sus autores, por haberles dado la vida y, luego, porque los ayudan a crecer física, moral y espiritualmente. La autoridad está en ayudar a los hijos a desarrollarse como personas, enseñándoles a hacer uso de la libertad, capacitándolos para tomar decisiones por sí mismos y mostrándoles por cuáles valores hay que optar en la vida.

La autoridad debe estar al servicio de la libertad, para apoyarla, estimularla y protegerla a lo largo de su proceso de maduración. Apoyar y estimular implica la madurez de los padres que descubren que el hijo es persona, por lo tanto distinto de los padres y que, en la medida en que ejerzan su libertad, irán tejiendo su propia realización personal. Protegerla en el proceso de maduración, significa que el hijo aún no está capacitado para caminar solo por la vida.

Hoy, tal vez, sea una de las mayores fallas de los padres. No existe una verdadera protección de la libertad del hijo. Cada vez se desentienden más de los pasos y opciones de los hijos. Los padres están claudicando muy temprano en la protección de la libertad del hijo. ¿Causas? No saber cómo hacer, el desentenderse porque es más fácil, el querer ser padres “modernos”.

No proteger la libertad del hijo es arriesgar el proceso de maduración, y tal vez, conducir a una vida en la cual queden muy comprometidas la felicidad y la realización de aquel que se dice quererlo mucho. ¿Se lo querrá tanto si no se protege el uso de su libertad?

Estarás conmigo al decirte que la autoridad es necesaria, ¿no crees? ¿Qué pasaría si en el mundo no hubiese autoridad? Piensa un poco conmigo.

Sin autoridad no hay sociedad ni disciplina, ni orden... habría caos, anarquía. Y también diré que no puede haber autoridad sin Dios. En un último término, la autoridad legítima viene de Dios.

Sobre la autoridad legítimamente constituida brilla una luz sobrenatural. ¿Cuál? La Voluntad, la Ley de Dios. Por tanto, cuando tú obedeces a la autoridad, no obedeces a un hombre simplemente, sino a Dios que te manda mediante ese hombre, te guste o no, te cueste más o menos.

Tú podrías obedecer por temor, por adulación, por cálculo, por astucia, por afán de lucro... pero estos motivos son indignos del hombre. Eso no sería obediencia a la autoridad, sino servilismo interesado y bajo.

La obediencia consiste en hacer lo que se manda, porque en la persona del superior (papá, mamá, jefe, sacerdote, obispo, Papa, maestro...) se ve la autoridad de Dios y porque eso que se me manda te realiza y te perfecciona. El hijo tiene que ver esa autoridad de Dios en sus padres, el alumno en sus profesores, el ciudadano en el poder estatal, el dirigido en su director espiritual...

¡Qué importante es que los que tienen autoridad lo hagan movidos por el espíritu de servicio, amor y respeto, como Dios quiere!

Creo que algunos de los medios para ejercer la autoridad educadora son éstos:

· El ejemplo: antes que nada, padres que muestren cómo se debe ser. Los hijos no son solamente educados por consejos o lindas palabras. Todo lo que viven y ven en el hogar se transforma en fuerza educadora. Además, cuando ellos no encuentran coherencia entre lo que escuchan de sus padres y lo que ven en éstos, les es imposible realizar una síntesis de lo recibido. Los ejemplos arrastran, las palabras sólo mueven.

· El diálogo: es fundamental en la creación de un clima de amor y confianza en la familia. La actitud de diálogo con los hijos, pasa por sobre todas las cosas en saber escucharlos. Dedicarles tiempo a sus inquietudes. Es necesario que los padres sintonicen con sus hijos, y no decir simplemente: “está mi hijo en la edad del pavo”. Así no se arregla nada. Acércate a tu hijo y pregúntale por sus problemas y anhelos. Hay que dialogar con el hijo y con la hija.

· El estímulo: en todos los órdenes de la vida el ser humano necesita del estímulo, del reconocimiento de la buena acción. Si el papá y la mamá sólo retan y ponen penitencia cuando el hijo ha hecho algo malo, ¿qué clase de autoridad tienen? Y cuando hace algo bien, ¿le felicitan al hijo? Es verdad: el estímulo no debe ser intercambios o acuerdos comerciales, porque estarán creando un hijo interesado: “si pasas de año, te regalamos…”. ¡No! Así formamos interesados y egoístas.

· Insinuar y aconsejar: No todo lo deben decidir los padres. Si fuera así, el hijo buscará su distancia por sí mismo, rompiendo la dependencia. En cambio, cuando para sus opciones encuentra en sus progenitores un punto de referencia a través del consejo o de la insinuación, esto le da seguridades, por lo tanto afianzará la relación de filiación.

· La corrección: Algunas veces es necesario corregir, porque existe en el hombre la tendencia al error, al pecado. Pero si se utilizan los demás medios, seguramente que no habrá que abusar de éste. La corrección es necesaria en la protección de la libertad, en el sentido de ayudar a crecer. Nunca el “reto” debe surgir como desahogo del mal genio de los padres, actitud que conduce, casi siempre, a una injusticia y a una acción negativa en el trabajo educativo.

· Marcar ideales de vida: al hijo hay que ayudarlo a mirar alto. En la vida es necesario tratar de alcanzar grandes ideales, para evitar el conformismo y la mediocridad. Los papás deben transmitir a los hijos y contagiarles elevados ideales. El ideal más grande para un hijo es Jesucristo.

Para terminar este apartado sobre la autoridad, debo decirte cuáles son las actitudes concretas sobre las que debe descansar la autoridad.

· Respeto: los hijos no son propiedad de los padres, sino de Dios. Más aún son personas diferentes de los propios progenitores; por lo tanto, se exige un gran respeto por ellos, por su vida, por sus caminos.

· Desinterés: ¿Qué amor debe ser más desinteresado que el de los padres por sus hijos? Los padres son para los hijos y no a la inversa. Por lo tanto, hay que amarlos sin esperar nada de ellos. Además, este desinterés lleva a la madurez de los padres a la hora de la partida del hijo, que encontrará generosidad y apoyo en los padres, y no obstáculos en aquellos, sea por el estudio, para la formación de un noviazgo, para casarse o para la consagración y la entrega a Dios, como sacerdotes o religiosas.

· Humildad: un servicio tan grande, como es el de los padres a los hijos, exige una gran cuota de humildad. Esta humildad implica asumir las propias limitaciones como padres para la tarea educativa, y fundamentalmente tener la capacidad de adaptación de los propios errores ante los hijos. Actitud que llevará a pedir perdón a los hijos cuando las circunstancias lo motiven. Esto les enseñará a pedir ellos perdón cuando sea necesario a los propios padres.

¡Padres, no olvidéis nunca que vuestra autoridad viene de Dios! ¡Sed dignos de vuestra autoridad! No os podéis dejar llevar por la tiranía, el despecho, la impaciencia. No podéis mandar con autoritarismo, pues el autoritarismo impone, humilla, hiere. La autoridad hace crecer, ilumina y motiva al súbdito.

¡Padres de familia, meditad lo que significa ser padre y ser madre!

Ser padre no es sólo trabajar y llevar dinero a casa. La esposa necesita un marido que ame su hogar, y los niños necesitan un padre que sienta preocupación por ellos, que los cuide, que se interese por sus cosas. Así sería llevadera la obediencia.

¿De qué sirve un papá que compra una mejor casa, un mejor auto, si su esposa, de quien no se preocupa, se va alejando de él?

¿De qué sirve que te vaya bien en tus negocios, padre de familia, si no sabes qué hace tu hijo, cómo le va en la escuela, qué amigos tiene, a dónde va?

Ser madre no es sólo cocinar, lavar, planchar... sino dar cariño, amor, ternura; es ser luz y piedad y aliento, y solicitud y paciencia; ser calor y delicadeza, intuición y detalle. Así sería llevadera la obediencia a mamá.

Ser padre es tener una relación de amistad con el hijo, preocuparse por el hijo, ayudar al hijo, dar ejemplo al hijo, dar buenos consejos al hijo, atenderlos material y espiritualmente, vigilar discretamente las compañías de su hijo, alentarlos en sus fracasos y compartir sus alegrías.

¿Qué dirías de ese papá que no asiste a ese campeonato final de su hijo... o que no asiste a su fiesta de egresado donde su hijo recibe su premio o su diploma…porque está en sus negocios? ¿Qué mejor “negocio” que su propio hijo, verle crecer, progresar, alegrarse con sus triunfos?

¿Qué dirían de ese papá o mamá a quienes no les interesa la primera comunión de su hija, que no la acompañan en la catequesis, ni en la participación en las misas, que no les da ejemplo confesándose y comulgando, a quien no le interesa rezar en casa?

¡Qué difícil se hace la obediencia cuando no hay por delante un ejemplo de vida! ¿Cómo va a respetar a su padre de la tierra, cuando su mismo padre no respeta a Dios Padre?

Los papás deberían sentir que Dios les ha encomendado la suerte terrena y eterna de sus hijos, ¡Qué responsabilidad!


III. ¿CÓMO HAS DE HONRAR A TUS PADRES Y CÓMO DEBEN AMARTE?

Sigo pensando en ti, amigo. Quiero que vivas a fondo este cuarto mandamiento que te dice: Honra a tus padres.

Mediante el amor, el respeto, la obediencia y la ayuda en sus necesidades, tú cumples el cuarto mandamiento de la Ley de Dios.

Esto te implica:

· Alegrarles con tu conducta, con tus buenas notas, con tus detalles de cariño.

· Apreciarles siempre, felicitarles.

· Sentirte contento al poderles ayudar, cuando están enfermos.

· Enseñarles con bondad, cuando sean menos instruidos.

· Dedicarles tiempo cuando sean ancianos.

· Valorar las cualidades y callar sus defectos.

· Ayudarles económicamente.

· Proporcionarles los últimos sacramentos, buscando un sacerdote cuando están muy enfermos o son ancianos y así puedan recibir la santa unción, y la comunión como viático.

· Si han muerto, rezar por ellos, ofreciendo misas en sufragio de sus almas.

Si viviéramos a fondo este cuarto mandamiento:

· Veríamos a nuestros papás ancianos más alegres, felices.

· Habría más concordia y armonía en los hogares.

· Habría menos niños abandonados, delincuentes, drogadictos, encarcelados...

· Habría familias más unidas, felices, rebosantes de gozo y simpatía.

¡Gratitud para con nuestros papás! Sé agradecido con tus padres. Una buena manera de demostrar agradecimiento a tus padres es aprovechando verdaderamente los esfuerzos que ellos hacen por ti. Nada más frustrante para un padre de familia que ver que sus sacrificios por da a sus hijos una buena educación, una buena alimentación, el vestido necesario, unas vacaciones, un club deportivo…¡de nada sirvieron! ¿Por qué? Porque su hijo no quiere estudiar, no le gusta la comida que hay en casa, se enfurece porque la camisa nueva no es de la marca de moda, se aburre y se queja en las vacaciones y no le gusta hacer deporte…¡qué frustración!

Si quisiéramos agradecer a nuestros padres todos los días que pasan en el trabajo, todos los cuidados y solicitud que les hemos costado; si quisiéramos corresponder a nuestra madre por todas las congojas, afanes, noches de insomnio... necesitaríamos una eternidad para pagárselo.

Yo no puedo concebir cómo a un hijo que adquirió fortuna puede sentarle bien una comida opípara, si sabe que su madre, anciana y viuda, pasa sus días con una miserable pensión.

Yo no puedo imaginarme cómo puede una hija ponerse un rico abrigo de pieles y sus alhajas brillantes e irse tranquilamente de turismo, si en el quinto piso de una casa de alquiler, en la estrecha buhardilla que sólo tiene un cuarto y la cocina, van pasando los días sus ancianos padres. No, no puedo imaginarlo.

Tú, ten corazón con tus papás, ya ancianos y enfermos. Ayúdalos, por amor de Dios.

Te contaré una anécdota.

Una vez un joven muchacho, que estaba a punto de graduarse, contemplaba todos los días el hermoso auto deportivo en una tienda de autos. Sabiendo que su padre podía comprárselo, le dijo que ese auto era todo lo que quería. Como se acercaba el día de graduación, su padre lo llamó para que fuera a su despacho privado. Le dijo lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba. El padre tenía en sus manos una hermosa caja de regalo.

Curioso y algo decepcionado, el joven abrió la caja y encontró una hermosa Biblia, con cubierta de piel y con su nombre finamente escrito en letras de oro. Enojado le gritó a su padre diciendo: "¿Con todo el dinero que tienes y lo que me das es esta Biblia?”.

Salió de su casa y no regresó más. Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una gran casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre, que ya era anciano, estaba muy enfermo, pensó visitarlo. No lo había vuelto a ver desde el día de su graduación. Antes de que pudiera partir a verlo, recibió un telegrama donde decía que su padre había muerto y le había heredado todas sus posesiones.

Su corazón se llenó pronto de tristeza y arrepentimiento. Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le quiso obsequiar. Con lágrimas en los ojos, la abrió y empezó a hojear sus páginas. Su padre cuidadosamente había subrayado un verso en Mateo 7,11 que decía textualmente: "Y si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pidan".

Mientras leía esas palabras, unas llaves de auto cayeron de la Biblia. Tenía una tarjeta de la agencia de autos donde había visto ese auto deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba la fecha de su graduación y las palabras: "TOTALMENTE PAGADO".

Cuantas veces hemos rechazado o hemos sido ciegos ante las bendiciones que Dios o nuestros papás nos mandan, ya sea por engreimiento, nuestro apego a lo perecedero o a nuestros propios planes de vida. Sin embargo, Dios nos ofrece no sólo colmarnos de los bienes materiales, los cuales vendrán "por añadidura", sino también nos ofrece colmarnos de los bienes espirituales que sólo Él nos puede dar para lograr nuestra verdadera felicidad.

Que no te suceda a ti algo parecido.

Déjame decirte una palabra sobre tu madre. Si a alguien no debemos nunca entristecer es a nuestra madre, a tu madre.

Monseñor Jara escribió: «Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. Una mujer que, siendo joven, tiene la reflexión de una anciana y, en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud. Una mujer que, si es ignorante, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio y, si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños. Una mujer que, mientras vive, no la sabemos estimar porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero, después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por recibir de ella un solo abrazo. De esa mujer no me exijáis el nombre. Es la madre».

A una madre se la ama, se la aprecia, se la obedece, se la alegra siempre. ¡Cuánto debemos a nuestra madre!

Ya conoces tú lo que es el “instinto” materno. Ahí te van algunos ejemplos.

Cruzando la selva, un misionero y su catequista encontraron tres cachorros de leopardo. No resistieron la tentación: se los llevaron a la misión, con la esperanza de criarlos en su choza.

“´Pero, -cuenta el misionero- guiada por su instinto materno, a los dos días llega a la misión la madre de los cachorros. Hecha una furia, se acerca sin titubear a la choza donde estamos nosotros con los cachorros. ¿Qué hacer para defendernos? Le arrojamos uno de los cachorros. La fiera se calma, acude a recogerlo, lo lame y lo acaricia. Lo deja seguro al otro lado de la cerca, y regresa furiosa por los otros dos. Le arrojamos el segundo cachorro. Lo recoge con cariño, y también lo lleva al lugar seguro, junto al primero. Por tercera vez la bestia vuelve hecha una furia. Le arrojamos el último cachorro. Solamente entonces la madre-leopardo regresa a la selva, vigilando la gloriosa retirada de sus tres crías.

Nos quedamos pensando: -¿Habrá Dios hecho algo más poderoso y maravilloso que el instinto materno?”.

¡Valora a tu madre! No sacrifiques nada al amor por tu madre. Aunque alguna vez seas cruel con tu madre, ella te contestará con aquello que cuenta una antigua leyenda bretona.

Se dice que un joven se enamoró rápidamente de una mujer caprichosa despiadada, la cual exigió al amante, como prueba de un amor rendido, nada menos que el corazón de su propia madre.

El joven mató a la madre y le arrancó el corazón. Yendo de camino con el corazón de su madre en la mano tropezó con una piedra y cayó. El corazón rodó por el suelo. Al agacharse para cogerlo, el hijo oyó una pregunta solícita que provenía de aquel corazón chorreando sangre:

- Hijo, ¿te has hecho daño?

Así es el amor de tu madre. Ámala. Es capaz de todo por ti, incluso está dispuesta a morir, como hizo esa gallinita con sus polluelos, contado por la revista "National Geographic" después de un incendio en el Parque Nacional Yellowstone de los Estados Unidos.

Después de sofocado el fuego empezó la labor de evaluación de daños, y fue entonces que al ir caminando por el parque, un guardabosques encontró un ave calcinada junto al pie de un árbol, en una posición bastante extraña, pues no parecía que hubiese muerto escapando o atrapada, simplemente estaba con sus alas cerradas alrededor de su cuerpo.

Cuando el impactado guardabosques la golpeó suavemente con una vara, tres pequeños polluelos vivos emergieron de debajo de las alas de su madre, quien sabiendo que sus hijos no podrían escapar del fuego, no los abandonó.

Tampoco se quedó con ellos en el nido sobre el árbol, donde el humo sube y el calor se acumula, sino que los llevó, quizás uno a uno, a la base del árbol y ahí dio su vida por salvar la de ellos.

¿Pueden imaginar la escena? El fuego rodeándolos, los polluelos asustados y la madre muy decidida, infundiendo paz a sus hijos, como diciéndoles: "no teman, vengan bajo mis alas, nada les pasará".

Tan seguros estaban al estar ahí tocando sus plumas, aislados del fuego, que ni siquiera habían salido de ahí horas después de apagado el incendio. Estaban totalmente confiados en la protección de su madre, y sólo al sentir el golpeteo pensaron que debían de salir.

Así hace una madre. Por eso, ámala y respétala. Ámala y respétala como lo hizo Jesucristo en su vida oculta. Hay una frase en el evangelio de san Lucas que resume cómo era Cristo con sus padres terrenos: “Jesús fue con ellos a Nazaret y les estaba sumiso” (Lucas 2, 51).

Ahora me dirijo a vosotros, padres, pues el cuarto mandamiento también es para vosotros, como os he explicado anteriormente.

Estimad a vuestros hijos, facilitad a vuestros hijos el cumplimiento de este cuarto mandamiento de la Ley de Dios, como lo hizo María y José con su hijo Jesús.

Padres, Dios os pedirá cuenta de los hijos algún día: si los han amado, educado, formado, dado buen ejemplo... o les han dado todo, mimado demasiado...

¡Padres, vuestros hijos, además de cuerpo tienen alma! Y Dios os ha confiado también el alma de vuestros hijos. Y de vosotros depende de que esa alma de sus hijos llegue a Dios. ¡Qué responsabilidad tenéis!

Dad a vuestros hijos buenos consejos. Como hizo este padre de familia a su hijo. Así lo cuenta el propio hijo.

“Un día, acudí a mi padre con uno de mis muchos problemas de aquel entonces. Me contestó como Cristo a sus discípulos, con una parábola: "Hijo, ya no eres más una simple y endeble rama; has crecido y te has transformado, eres ahora un árbol en cuyo tronco un tierno follaje empieza a florecer. Tienes que darle vida a esas ramas. Tienes que ser fuerte, para que ni el agua, ni el día, ni los vientos te embatan. Debes crecer como los de tu especie, hacia arriba. Algún día, vendrá alguien a arrancar parte de ti, parte de tu follaje. Quizá sientes tu tronco desnudo, mas piensa que esas podas siempre serán benéficas, tal vez necesarias, para darte forma, para fortalecer tu tronco y afirmar sus raíces. Jamás lamentes las adversidades, sigue creciendo, y cuando te sientas más indefenso, cuando sientas que el invierno ha sido crudo, recuerda que siempre llegará una primavera que te hará florecer... Trata de ser como el roble, no como un bonsai”.

Ahora quisiera tener a mi padre conmigo, y darle las gracias por haber nacido, por haber sido, por haber triunfado, y por haber fracasado. Si acaso tuviera a mi padre a mi lado, podría agradecerle su preocupación por mí, podría agradecerle sus tiernas caricias, que no por escasas, las sentí sinceras. Si acaso tuviera a mi padre conmigo, le daría las gracias por estar aquí, le agradecería mis grandes tristezas, sus sabios regaños, sus muchos consejos, y los grandes valores que sembró en mí. Si acaso mi padre estuviera conmigo, podríamos charlar como antaño, de cuando me hablaba de aquello del árbol, que debe ser fuerte y saber resistir, prodigar sus frutos, ofrecer su sombra, cubrir sus heridas, forjar sus firmezas ... y siempre seguir. Seguir luchando, seguir perdonando, seguir olvidando, y siempre ... seguir. Si acaso tuviera a mi padre a mi lado, le daría las gracias ... porque de él nací”.

¿Podrá decir tu hijo esto de ti, padre de familia?

Por eso, ¡qué gran falta la de esos padres cristianos que no llevan a bautizar a sus hijos, que les da igual que sus hijos tomen o no la comunión, reciban o no instrucción religiosa!

Ojalá, padres de familia, pudieran decir a sus hijos lo que dijo la madre de San Luis, rey de Francia, Blanca de Castilla: “Hijo mío, te amo con todo el alma, pero preferiría verte muerto a mis pies a saber que has cometido un pecado mortal”.

Estas palabras de la madre le salvaron muchas veces al rey Luis del pecado. Es más, le ayudaron a ser lo que ahora es: san Luis, rey de Francia.

Padres, deber del cuarto mandamiento es respetar el estado de vida que vuestros hijos elijan. No les impidáis elegir una carrera, la que ellos quieran, siempre y cuando sea digna: abogado, médico, electricista, ingeniero, sacerdote, misionero, consagrada a Dios. ¿Quién eres tú, padre o madre de familia, para impedir la vocación de tu hijo o de tu hija?

Padres, estimad el alma de vuestros hijos. Padres, cuidad de vuestros hijos. Padres, amad a vuestros hijos.

Preocupaos más por el alma, que por el cuerpo, como esa madre mexicana con su hijo de 18 años, cuando le estaban obligando a decir: “¡Abajo Cristo, muera Cristo!”. La madre se inclinó sobre su hijo, ya casi muerto por las palizas que le propinaron, y le dijo: “¡Aunque te maten, no reniegues de tu fe! ¡La fe vale más que la vida, hijo mío! ¡Di: Viva Cristo Rey!”.

El joven hijo recoge sus postreras fuerzas y repite con su madre: “¡Viva Cristo Rey, Viva la Virgen de Guadalupe!”. Y muere... allí en la calle, a la vista de su madre. Era el año 1927, durante la famosa guerra cristera en México.


Resumen del Catecismo de la Iglesia católica

2247 “Honra a tu padre y a tu madre” (Deuteronomio 5, 16; Marcos 7, 10).

2248 De conformidad con el cuarto mandamiento, Dios quiere que, después que a Él, honremos a nuestros padres y a los que Él reviste de autoridad para nuestro bien.

2249 La comunidad conyugal está establecida sobre la alianza y el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los cónyuges, al a procreación y a la educación de los hijos.

2250 “La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar”.

2251 Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda. El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar.

2252 Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos en la fe, en la oración y en todas las virtudes. Tienen el deber de atender, en la medida de lo posible, las necesidades materiales y espirituales de sus hijos.

2253 Los padres deben respetar y favorecer la vocación de sus hijos. Han de recordar y enseñar que la vocación primera del cristiano es la de seguir a Jesús.

2254 La autoridad pública está obligada a respetar los derechos fundamentales de la persona humana y las condiciones del ejercicio de la libertad.

2255 El deber de los ciudadanos es cooperar con las autoridades civiles en la construcción de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad.

2256 El ciudadano está obligado en conciencia a no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando son contrarias a las exigencias del orden moral. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29).

2257 Toda sociedad refiere sus juicios y su conducta a una visión del hombre y de su destino. Si se prescinde de la luz del Evangelio sobre Dios y sobre el hombre, las sociedades se hacen fácilmente “totalitarias”.


Para la reflexión personal o en grupo

1. ¿Cómo se puede hoy ayudar a la familia, que por muchas partes es atacada?
2. ¿El matrimonio es una vocación, es decir, un llamado de Dios? ¿Es un medio de santificación personal?
3. ¿Se puede decir que para formar un matrimonio o una familia basta con guiarse por el instinto, el afecto o la intuición?
4. ¿Por qué crees que fallan hoy algunos matrimonios?
5. ¿Qué cualidades debería tener la autoridad de tu padre y de tu madre?
6. ¿Por qué tienes que obedecer a tus padres?
7. ¿Cómo se debería hoy educar a los hijos?
8. ¿Puede oponerse un padre de familia a la vocación de su hijo que quiere ser sacerdote o consagrado a Dios?
9. Pon las siete características de una buena familia.
10. Analiza el texto de la Biblia que encontrarás en el libro de Tobías 4, 3-19. Son los consejos que dio un padre a su hijo. Lee con atención Colosenses 3, 18-25. Es una carta de san Pablo apóstol a los cristianos de Colosas.


LECTURA

De la exhortación de Juan Pablo II, “Familiaris Consortio” (22 noviembre 1981)

La educación

36. El derecho-deber educativo de los padres

La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana. Como ha recordado el Concilio Vaticano II: "Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado pro el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan.

El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.

Por encima de estas características, no puede olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los padres se transforma de fuente en alma, y por consiguiente, en norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor.

37. Educar en los valores esenciales de la vida humana

Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que "el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene".

En una sociedad sacudida y disgregada pro tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismo y egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados.

La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.

La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que "banaliza" en parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta su significado íntimo al llevar a la persona hacia el don de sí mismo en el amor.

La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre b ajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.

En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el "significado esponsal" del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial -discerniendo los signos de la llamada de Dios- a la educación para la virginidad, como la forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.

Por los vínculos estrecho que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.

Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia.

38. Misión educativa y sacramento del matrimonio

Para los padres cristianos la misión educativa, basada como se ha dicho en su participación en la obra creadora de Dios, tiene una fuente nueva y específica en el sacramento del matrimonio, que los consagra a la educación propiamente cristiana de los hijos, es decir, los llama a participar de la misma autoridad y del mismo amor de Dios Padre y de Cristo Pastor, así como del amor materno de la Iglesia, y los enriquece en sabiduría, consejo, fortaleza y en los otros dones del Espíritu Santo, para ayudar a los hijos en su crecimiento humano y cristiano.

El deber educativo recibe del sacramento del matrimonio la dignidad y la llamada a ser un verdadero y propio "ministerio" de la Iglesia al servicio de la edificación de sus miembros. Tal es la grandeza y el esplendor del ministerio educativo de los padres cristianos, que santo Tomás no duda en compararlo con el ministerio de los sacerdotes: "Algunos propagan y conservan la vida espiritual con un ministerio únicamente espiritual: es la tarea del sacramento del orden; otros hacen esto respecto de la vida a la vez corporal y espiritual, y esto se realiza con el sacramento del matrimonio, en el que el hombre y la mujer se unen para engendrar la prole y educarla en el culto a Dios".

La conciencia viva y vigilante de la misión recibida con el sacramento del matrimonio ayudará a los padres cristianos a ponerse con gran serenidad y confianza al servicio educativo de los hijos y, al mismo tiempo, a sentirse responsables ante Dios que los llama y los envía a edificar la Iglesia en los hijos. Así la familia de los bautizados, convocada como iglesia doméstica por la Palabra y por el Sacramento, llega a ser a la vez, como la gran Iglesia, maestra y madre.

39. La primera experiencia de Iglesia

La misión de la educación exige que los padres cristianos propongan a los hijos todos los contenidos que son necesarios para la maduración gradual de su personalidad, desde un punto de vista cristiano y eclesial. Seguirán pues las líneas educativas recordadas anteriormente, procurando mostrar a los hijos a cuán profundos significados conducen la fe y la caridad de Jesucristo. Además, la conciencia de que el Señor confía en ellos el crecimiento de un hijo de Dios, de un hermano de Cristo, de un templo del Espíritu Santo, de un miembro de la Iglesia, alentará a los padres cristianos en su tarea de afianzar en el alma de los hijos el don de la gracia divina.

El Concilio Vaticano II precisa así el contenido de la educación cristiana: "La cual no persigue solamente la madurez propia de la persona humana..., sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad, y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del Cuerpo místico. Conscientes, además de su vocación, acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza que hay en ellos y a ayudar a la configuración cristiana del mundo".

También el Sínodo, siguiendo y desarrollando la línea conciliar ha presentado la misión educativa de la familia cristiana como un verdadero ministerio, por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio, hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo. En la familia consciente de tal don, como escribió Pablo VI, "todos los miembros evangelizan y son evangelizados".

En virtud del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo -eucarístico y eclesial- de Cristo mediante la iniciación cristiana, llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de vida corporal, sino también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu brota de la Cruz y Resurrección de Cristo.

A fin de que los padres cristianos puedan cumplir dignamente su ministerio educativo, los Padres Sinodales han manifestado su deseo de que se prepare un texto adecuado de catecismo para las familias claro, breve y que pueda ser fácilmente asimilado pro todos. Las conferencias episcopales han sido invitadas encarecidamente a comprometerse en la realización de este catecismo.

Con la colobracion del P. Antonio Rivero


No esta de mas decir, que el orden en que se presentan estos ejercicios, es el que hay que seguir, si tu eres nuevo, por favor empieza con lo basico que son las 12 oraciones y sus ejercicios semanles, luego continua con los pecados capitales, le sigue los dones del espiritu santo y continuas con los diez mandamientos, el Espiritu Sannto te ayudara a comprenderlo y entenderlo.


Padre nuestro.... Dios te salve.... Gloria


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