ERA LA ULTIMA NOCHE DE JESUS CON los discípulos y él sabía
que su tiempo era corto. Acababan de terminar la cena y Cristo quiso impartir a
sus amigos una ultima enseñanza, mientras estaba en la tierra. Él los llamó:
levantaos, vamos de aquí – juan 14,31- y los llevó a dar una caminata. En el
camino, él les dio esta analogía:
Yo soy la vid verdadera, y mi padre es el labrador. Todo
pámpano que en mi no lleva fruto, lo quitará, y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra
que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede
llevar fruto por si mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos, el que permanece en
mí, y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mi nada podéis hacer.
Una gran imagen que resume nuestra relacion con el hijo y el
padre. Jesús es la vid y nosotros somos las ramas que se extienden a partir de
él. Él es la fuente de toda vida que fluye en nosotros. Supervisando todo este
flujo de vida está nuestro padre celestial, el jardinero que busca nuestro
crecimiento. ¿podrá haber alguna imagen más serena de nuestra vida en cristo?
Hay mucho para desenvolver en este pasaje y les puedo
asegurar, que todo es bueno. Me viene a la mente la imagen de una pala, el instrumento
de un jardinero experto, nuestro Señor misericordioso, compasivo, amoroso. Hay
belleza profunda contenida en este mensaje de despedida que Él dio a su iglesia
y la primera clave para entender este pasaje es la frase de Jesús: vid
verdadera.
Cristo nos está diciendo que él es más que una mera fuente
de vida para con nosotros, Él es la fuente de vida. Otras vides pueden
aparentar que prometen vida, pero ninguna contiene la vida verdadera como él lo
hace. Algunos cristianos buscan vida en otras vides, fuentes que destruyen la
vida y no son legítimas para ningún cristiano. Otros buscan vida en fuentes que
se ven buenas y legitimas: ambición, empuje, éxito y comodidad, pero estas
vides en si mismas no tienen vida. Estas no pueden producir vida verdadera. Jesús
nos quiere injertados firmemente en Él, para que podamos beber profundamente de
su Vida abundante todos los días.
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