martes, 27 de enero de 2009

NO ROBARAS 7

Lo bueno que has encontrado en estas catequesis anteriores y las que le siguen, es que te presento los ejercicios a seguir durante la semana.

En esta semana te ejercitaras sobre el 7mo. mandamiento, no olvides continuar con tus oraciones basicas, ya que es en la oracion donde encontraras la fortaleza necesaria para tus ejercicios espirituales.

SEPTIMO MANDAMIENTO
No robarás
Resumen del Padre Jordi Rivero del Catecismo de la Iglesia Católica

Antiguo Testamento: "No robarás" (Ex 20, 15; Dt 5,19)

Nuevo Testamento: "No robarás" (Mt 19, 18)


El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.

Destino universal de los bienes y la propiedad privada

  • Los bienes de la creación están destinados por Dios para todo el género humano.
  • Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad.
  • El destino universal de los bienes no contradice el derecho a la propiedad privada, adquirida por el trabajo, o recibida de otro por herencia o por regalo.
  • El respeto a la propiedad privada promueve el bien común.
  • El destino universal de los bienes continúa siendo primordial.
  • "El hombre...debe considerar las cosas externas que posee legítimamente no sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que han de aprovechar no sólo a él, sino también a los demás" GS 69,1
    • somos administradores de los bienes materiales y de los no materiales (profesión, talentos, recursos). Dios nos pedirá cuenta de que aproveche al mayor número de personas.

El respeto a la dignidad humana exige que se practique la virtud

  • La virtud de la templanza modera el apego a los bienes materiales.
  • La virtud de la justicia preserva los derechos del prójimo y le da lo que le es debido.
  • la solidaridad para imitar al Señor que "siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza" 2 Cor 8, 9.

El respeto a los bienes ajenos cf. Cat 2408.

  • Robo: toda forma de tomar o retener injustamente el bien ajeno, aunque lo permita la ley civil.
  • No es robo cuando se toma lo que es necesidad urgente y esencial (alimento, vivienda, vestido), y no hay otro medio de remediar.
  • Cuando pensamos en robo, no nos podemos limitar al asalto de una casa privada. Otras formas de robo:
    • retener deliberadamente bienes prestados u objetos perdidos
    • el fraude en el comercio
      • engaño en la venta
      • en los contratos y promesas.
      • aprovecharse de la ignorancia o necesidad ajena.
    • el fraude fiscal.
    • pago de salarios injustos, esclavizar o menospreciar la dignidad personal.
    • la corrupción: pagar por favores injustos.
    • la apropiación y el uso privado de bienes sociales de una empresa
    • los trabajos mal hechos.
    • la falsificación de cheques, facturas, dinero, y todo tipo de engaño para no pagar lo que se debe.
    • los gastos excesivos de los bienes bajo nuestra administración.
    • infligir voluntariamente daño a las propiedades privadas o públicas
  • La justicia conmutativa (la que regula la igualdad o proporción que debe haber entre las cosas, cuando se dan o cambian unas por otras) obliga estrictamente. Cf. Cat. 2411.
    • esta justicia exige el respeto a los derechos de propiedad, el pago de las deudas, y el cumplimiento de las obligaciones.
    • sin esta justicia no es posible otra forma de justicia.
  • El robo no deja de serlo
    • cuando se hace sin violar la ley civil.
    • cuando el ladrón es educado y popular.
    • cuando al mismo tiempo se hacen buenas obras para "compensar"
  • Todo robo exige reparación cf. Lc 19,8
    • se debe restituir lo robado o, si ha desaparecido, devolver el equivalente, así como los frutos y beneficios que su propietario hubiera obtenido de ese bien.
    • están obligados a restituir, en proporción a su responsabilidad y al beneficio obtenido, todos los que han participado en el robo o se aprovecharon a sabiendas.
  • Los juegos de azar (cartas, etc.) o las apuestas no son en sí mismos contrarios a la justicia. Pero son inmorales cuando privan a la persona o la familia de lo necesario para sus necesidades. Cf. Cat 2413
    • a menudo se hace un vicio y una servidumbre.
    • apostar injustamente o hacer trampas es robo.
  • El respeto a la integridad de la creación Cf. Cat 2415.
    • Los animales, plantas y minerales, están destinados para el bien común de la humanidad. Cf. Gen. 1,28-31.
    • la moral exige que se usen con respeto religioso a la integridad de la creación.
    • el dominio que Dios concedió al hombre sobre la creación no es absoluto.
    • hay que tomar en cuenta los derechos y la necesidad del prójimo, incluyendo las generaciones futuras.
  • Los animales son criaturas de Dios.
    • bendicen y dan gloria a Dios con su simple existencia.
    • Dn 3,56-57 "Bendito seas en el firmamento del cielo, cantado,
      glorificado eternamente. Obras todas del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente."
    • la capacidad de contemplar la naturaleza como obra de Dios, maravillarse y respetarla es una gracia que nos ayuda a amar a Dios y a ser humildes. Ej. San Francisco de Asís y San Felipe Neri.
    • Dios confió los animales a la administración del hombre, quien él creó a su imagen Cf. Gen. 2,19-20.

o servirse de los animales para el alimento, los vestidos y medicina es legítimo. También se pueden domesticar para que nos ayuden en el trabajo.

o los experimentos en animales son moralmente aceptables si se mantienen límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas.

o hacer sufrir a los animales inútilmente o sacrificar sus vidas sin necesidad es contrario a la dignidad humana.

o se puede amar a los animales; pero sin desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos.

o es indigno invertir en los animales sumas de dinero que deberían remediar mas bien la miseria de los hombres.

La doctrina Social de la Iglesia Cf. Cat 2419.

· La revelación cristiana nos conduce a una comprensión más profunda de la dignidad propia del hombre, de su vocación a vivir en comunión con otros y de las leyes de la vida social. Esa vocación tiene exigencias de justicia y paz.

· La Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, cuando lo exigen los derechos humanos fundamentales o la salvación de las almas.

· La Iglesia se ocupa de los aspectos temporales en cuanto a su ordenación al supremo Bien.

o se esfuerza por inspirar actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones.

· Son contrarios a la naturaleza humana los sistemas económicos y las actitudes que reducen al hombre a no ser más que un medio.

· Las ideologías totalitarias y ateas: "comunismo" y "socialismo".

o que sacrifican los derechos fundamentales de las personas y de los grupos en aras de la planificación centralizada y la organización colectiva de la producción.

· La práctica del "capitalismo", el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano.

o en que las relaciones sociales están determinadas enteramente por factores económicos

o que hacen del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad

o se debe promover una regulación razonable del mercado, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común.

La actividad económica y la justicia social

· La vida económica no sólo es para aumentar producción y el lucro sino ante todo para el servicio de las personas.

· el trabajo humano: Cat 2427

o Dios nos creó a su imagen y nos llama a trabajar juntos y para mutuo beneficio y así prolongar la obra de la creación.

o el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo LE 6

o el hombre no es una pieza de producción.

o en el trabajo servimos y realizamos nuestras capacidades y dones.

o entre empresarios y obreros debe haber respeto a los derechos y deberes de cada parte.

o el trabajo es un deber: "Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma" -2Ts 3,10.

o honra los dones del Creador y los talentos recibidos.

o está llamado a ser redentor y santificador si unimos nuestro esfuerzo y nuestra cruz a Jesús.

o cada uno debe poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos, y para servir a la comunidad.

o cada uno tiene el derecho de iniciativa.

· La responsabilidad de Estado

o garantizar la seguridad de las personas, de la propiedad, de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes. Esto permite que quien trabaja y produce pueda gozar de los frutos de su trabajo y tenga estímulo a realizarlo eficiente y honestamente.

o vigilar y encauzar el ejercicio de los derechos humanos

· Los empresarios tienen responsabilidad económica y ecológica de sus operaciones, considerando el bien de todos.

· El acceso al trabajo y a la profesión debe estar abierto a todos, hombres y mujeres, sanos y disminuidos, autóctonos e inmigrados.

· El salario justo es el fruto legítimo del trabajo. Negarlo o retenerlo es injusto. Lv. 19,3; Dt 24,14-15; St. 5,4.

o El trabajo debe dar al obrero y a su familia una vida digna tanto en lo material como en lo social, cultural y espiritual.

o tiene en cuenta las necesidades y contribuciones del obrero, las condiciones de la empresa y el bien común.

· La huelga es moral como último recurso y si no utiliza violencias o injusticias o va contra el bien común.

Justicia y solidaridad entre las naciones.

· El abismo entre ricos y pobres clama al cielo por justicia.

· Requiere una respuesta de solidaridad, de caridad y justicia.

o la ayuda directa es buena pero no basta. Hacen falta relaciones equitativas.

o "es preciso sustituir los sistemas financieros abusivos...las relaciones comerciales inicuas entre naciones, la carrera de armamentos, por un esfuerzo común para movilizar los recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural y económico redefiniendo las prioridades y las escalas de valores". Cat 2348.

· La base de todo desarrollo completo está en acrecentar el sentido de Dios y el conocimiento de sí mismo.

· "No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad política y en la organización de la vida social. Esta forma parte de la vocación de los fieles laicos" -Cat 2442.

El amor de los pobres Cat 2443

· Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo: "A quien te pide da, al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda" (Mt 5, 42). "Gratis lo recibisteis, dadlo gratis" (Mt 10, 8).

· Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres.

o La buena nueva "anunciada a los pobres" (Mt 11, 5) es el signo de la presencia de Cristo.

· "El amor de la Iglesia por los pobres ... pertenece a su constante tradición". Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús, y en su atención a los pobres.

· El amor a los pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin de "hacer partícipe al que se halle en necesidad" (Ef 4, 28).

· No abarca sólo la pobreza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa.

· El amor a los pobres es incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta

o (St 5, 1-6) "Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste."

· Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia.

o San Juan Crisóstomo: "No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos". Es preciso "satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia"

· Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.

o Obras espirituales: Instruir, aconsejar, consolar, confortar. También lo son perdonar y sufrir con paciencia.

o Obras corporales: consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos.

§ Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios. Cf. Mt 6, 2-4.

§ "El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo" (Lc 3, 11).

§ "Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros" (Lc 11, 41).

§ "Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: "Id en paz, calentaos o hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?" (St 2, 15-16).

· "Bajo sus múltiples formas -indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas o psíquicas y, por último, la muerte-, la miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación. Por ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los `más pequeños de sus hermanos'. También por ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables".

· En el Antiguo Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del préstamo a interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago cotidiano del jornalero, derecho de rebusca después de la vendimia y la siega) corresponden a la exhortación del Deuteronomio: "Ciertamente nunca faltarán pobres en este país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra" (Dt 15, 11).

· Jesús hace suyas estas palabras: "Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis" (Jn 12, 8). Con esto, no hace caduca la vehemencia de los oráculos antiguos: "comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias..." (Am 8, 6), sino que nos invita a reconocer su presencia en los pobres que son sus hermanos Cf. Mt 25,40.

· El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: "Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús".


Por favor, sigue leyendo y reflexionado la catequesis, pidele a Dios que te ayude a entender su voluntad, y como puedes hacer la voluntad de El.

NO ROBARAS

“No robarás, ni tomarás lo que no te pertenece”



¿Te parece bien si hago un breve resumen de los mandamientos anteriores?

En el quinto mandamiento el Señor defiende la vida del hombre; en el sexto, la misma fuente de la vida. Pero, ¡qué solicito es nuestro buen Padre Dios con nosotros, sus hijos! En los mandamientos restantes da un paso más y defiende las condiciones que se requieren para una vida digna de ser llamada humana, para una vida social en orden: defiende la seguridad de los bienes y el honor de la palabra humana.

El séptimo dice: “No hurtarás”. Incluso los que no honran a Dios, ni santifican el domingo, que nada quieren oír de pureza moral…aún éstos reciben con satisfacción el quinto y el séptimo mandamiento, porque les gusta ver aseguradas la propia vida y la propia fortuna. ¿No es así?

Déjame hacerte unas preguntas: ¿Tienes el corazón apegado a algo? ¿Hay alguna cosa material que te aleja de Dios? ¿Cuáles son ahora tus máximas preocupaciones? ¿Te preocupas realmente de la gente necesitada y pobre? ¿Dios está en el centro de tu vida o vives tan metido en las preocupaciones materiales que no te acuerdas de Él? ¿Haces buen uso de las cosas que tienes? ¿Por qué crees que algunos roban a los demás? ¿Por qué está mal robar? Si eres gerente de una empresa, ¿debes o no debes dar los salarios justos a tus trabajadores?

No debes extrañarte de que se den robos. Entre los doce que Jesús escogió, uno salió ladrón. Fue Judas. Un ladrón que hasta pensó que podría hacer negocios traicionando a su Maestro. “¿Qué me daréis si os lo entrego?”-preguntó Judas a los sumos sacerdotes. Y por treinta monedas y un beso vendió a Jesús. ¿Tan poco valía Jesús?

El fundamento de este mandamiento, unido al décimo, es simple: la dignidad que nos identifica a todos los hombres como hijos de Dios, creados a su imagen. En manos de sus hijos, Dios puso toda la creación (“Creced y multiplicaos, llenad la tierra y dominadla”, Génesis 1, 28) para administrarla, sin que nadie tenga mayor derecho para ese dominio y uso sobre el resto de los hijos .

¿Qué te parece si enfocamos bien este mandamiento?

Este séptimo mandamiento te prohíbe el acto exterior de apropiarte de la propiedad ajena, y al mismo tiempo, este mandamiento encauza el principio de la propiedad privada. Y prescribe el respeto y la promoción de la dignidad de la persona humana en materia de bienes materiales y económicos. Además este mandamiento exige estas virtudes: la justicia, la caridad, la templanza.

Por tanto, detrás de este mandamiento se esconden estos problemas y algunos más, querido joven:

· ¿Son malos esos bienes que tú tienes y que has adquirido rectamente?
· ¿Los bienes son de unos pocos o de todos? ¿Por qué unos tienen más que otros?
· ¿Cómo hay que tratar los bienes, los propios y los ajenos?
· ¿Se contraponen la propiedad común y la propiedad privada? ¿Es lícita la propiedad privada? ¿A qué obliga la propiedad privada? ¿Qué peligro tiene la propiedad privada?
· ¿El trabajo es un deber?
· ¿Es legítima la huelga?
· ¿Qué es la justicia conmutativa, legal y distributiva?
· ¿Qué es el salario justo?
· ¿Hay que restituir lo robado? ¿Se puede robar alguna vez?
· ¿Qué es el fraude, la retención injusta?
· ¿Obliga en conciencia el pagar los impuestos económicos que impone el Estado?
· ¿Hay obligación moral de cumplir las promesas y contratos?
· ¿Qué medios emplear contra los ricos injustos? ¿Puedes tomarte la justicia por tu propia mano?
· ¿Qué hacer para ayudar a los pobres? ¿Cómo promoverles humanamente?

Como ves, hay muchos problemas que debe resolver y aclarar este séptimo mandamiento de la Ley de Dios. Así que sigue leyendo, que es muy interesante. Estos son los apartados que te propongo:

I. Unos principios claros.
II. El tema de la propiedad privada.
III. Los atropellos contra este mandamiento.
IV. Tres formas de cumplir este mandamiento: austeridad, justicia, generosidad.

I. TE DEJO UNOS PRINCIPIOS BIEN CLAROS

1° Dios puso al hombre como administrador de los bienes de la tierra; y le dejó todo para que el hombre viviera tranquilo, digno, y llegara a Él.

Le confió la tierra y sus recursos para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos. Por tanto, el trabajo es un deber, honra los dones del Creador y los talentos recibidos, puede ser redentor, pues soportando el peso del trabajo, en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el hijo de Dios en su obra redentora.

Además, el trabajo puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo. Del trabajo, el hombre saca los medios para sustentar su vida y la de su familia y presta un servicio a la comunidad humana. El acceso al trabajo debe estar abierto a todos sin discriminación injusta, a hombres y mujeres, sanos y disminuidos, autóctonos e inmigrados.

La misma sociedad debe ayudar a los ciudadanos a procurarse un trabajo y un empleo. Y el salario justo es el fruto legítimo del trabajo. Negarlo o retenerlo puede constituir una grave injusticia. Para determinar la justa remuneración se han de tener en cuenta a la vez las necesidades y las contribuciones de cada uno.

2º Estos bienes de la creación están destinados a todo el género humano. Sin embargo, la tierra está repartida entre los hombres para dar seguridad a su vida, expuesta a la penuria y amenazada por la violencia.

La apropiación de bienes es legítima para garantizar la libertad y la dignidad de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las necesidades de los que están a su cargo.

3° Pero por culpa del pecado, el hombre se hizo avariento y envidioso, y nació en él una fuerte tendencia a tener más que los demás, apareciendo así como el más poderoso. Cuando el hombre se deja llevar por esta tendencia, entonces es más fácil que comiencen los robos, las injusticias, los abusos, el reparto injusto de las riquezas, las injusticias de los ricos hacia los pobres, las estructuras injustas.

4° El camino para solucionar estas injusticias y atropellos no es la lucha armada, ni la revolución, ni el comunismo, ni el mercantilismo, ni el liberalismo radical, ni el sindicalismo autogestionario, ni el capitalismo salvaje. La solución a todo eso no viene de las estructuras, sino del corazón de cada hombre, de sus relaciones con Dios y con los demás. Si tu corazón es generoso y desprendido, nunca te permitirás los abusos contra este séptimo mandamiento.

5° Los bienes de la tierra, las riquezas son medios, no son el fin en la vida. Tu fin en la vida, ya sabes quién es: Dios, conocerle cada día más aquí en la tierra, amarle, servirle, y después llegar a Él en la eternidad. ¡Qué noble fin tienes! ¿No es cierto? Las demás cosas y las riquezas son medios para vivir con dignidad tu vida y la de tus futuros hijos; medios también para ayudar a los necesitados. Cuando los bienes materiales se convierten en fin, entonces viene el descontrol, el apego.

Tenemos el ejemplo elocuente del joven rico en el Evangelio, a quién Jesús le proponía dejar todo y darlo a los pobres, y así seguir a Cristo y ser su amigo íntimo dentro de su misma compañía. Y él prefirió los bienes y riquezas, y rechazó al autor de los bienes, despreciando la voluntad de Dios que le proponía: Dejar todo, ser generoso, y seguirle. ¿Cómo terminó el encuentro de este joven con Jesús? Se marchó triste el joven rico porque no supo desprenderse de las cosas materiales para seguir a Cristo con corazón libre .

Ojalá no seas tú como ese joven rico, que decepcionó y entristeció a Jesús. ¡Cuántas ilusiones se había hecho Jesucristo de este joven! Podía haber sido un amigo íntimo de Jesús y un santo, y prefirió ser del montón de los mediocres.

6° Dios no desprecia el dinero ni el trabajo humano. Al revés, ambos son medios para que el hombre se realice, sea santo y desempeñe su misión en este mundo, en el trabajo, en la actividad económica. Dios quiere que uses todos los bienes para tu propia dignidad, para sacar adelante tu carrera, para tu familia y para hacer el bien a los necesitados. Así tiene sentido profundo la riqueza y los bienes materiales, y son bendición. De lo contrario son piedra de escándalo y se convierten en maldición.

7° Aunque los bienes están al servicio del hombre y hay un destino universal de los bienes, también es verdad que la propiedad privada es un derecho natural y fundamental del ser humano, de las personas, para que tú atiendas a tus necesidades propias y a las de tu familia.

Esta propiedad privada refleja dos cosas: la primacía del hombre sobre las cosas, y la capacidad del hombre, gracias a su inteligencia y libertad para administrarlos rectamente. Por ser un derecho natural, la propiedad privada no se puede considerar como una concesión del Estado ni un medio para alcanzar mayor eficacia económica. Y debe ser respetada por todos al igual que se respeta la libertad ajena.

8° Ahora bien, la propiedad privada, de todos modos no es un derecho absoluto; está al servicio de la libertad y de la seguridad personal, pero también debe estar ordenada al bien de la comunidad y, por eso, la autoridad política tiene el derecho de regular el ejercicio legítimo del derecho de propiedad en función del bien común.

De estos principios deducimos que no se puede quitar al otro lo que es suyo. ¡Perfecto! Pero tampoco, acumular fortuna perjudicando a otros, o no ayudando a otros necesitados. Sería una injusticia y puro egoísmo.

En palabras del Papa Juan Pablo II: “El derecho de propiedad es válido y necesario…, pero los bienes de este mundo están destinados a todos” (Encíclica, “Sollicitudo rei socialis, número 42).

Para expresar la voluntad de Dios en este tema, Jesús expuso un día la parábola del rico Epulón, desentendido injustamente y contra la caridad del pobre Lázaro (cf. Lucas 16, 19-31).

II. EL PRINCIPIO DE LA PROPIEDAD PRIVADA

Es un tema delicado, éste de la propiedad privada.

Parto de esta afirmación: el principio de la propiedad privada tiene su raigambre en la naturaleza humana.

Para probar esta afirmación, apelo al testimonio de la historia de la humanidad. En formas diversas, en diferentes marcos, pero de un modo fundamental, existían en formas diversas la propiedad privada en todos los pueblos, aun en los pueblos nómadas, en las tribus primitivas que vivían de pesca y de caza. Pues bien, si ha existido siempre, y por todas partes, es que brota de la naturaleza humana; y si brota de ésta, entonces no es posible abolirla, ¿no crees, querido joven?

La propiedad es legítima, como la libertad.

Te cuento esta anécdota para que te rías un poco conmigo, y así pruebo esto que te digo. Dos ladrones riñeron. Dice uno de ellos:

- Yo soy el dueño de este reloj de oro.
- ¿Qué vas a serlo tú? –le replica el otro.
- Sí, lo soy; porque fui yo quien lo robé, y no tú.

Con esto se ve cómo es imposible borrar del pensar humano la idea del derecho de propiedad.

¿Qué pasaría si suprimiéramos este derecho de la propiedad privada?

La supresión de la propiedad privada, en primer lugar, conmovería la vida del individuo. El ensueño de adquirir propiedad es lo que suaviza y hace más llevadera la difícil labor de la vida diaria. Es lo que hace capaz al hombre, no sólo de atender a las necesidades del momento, sino también de proveerse para el porvenir, para los días de la vejez, y reunir fondos para la familia. Es lo que le impulsa constantemente a trabajar, es lo que le dota de virtudes. ¿Trabajarías tú con diligencia y constancia, si no ha de ser tuyo lo que ganes con tu esfuerzo y honestidad? ¿Cómo darás a los pobres, si nada tienes economizado? ¿Cómo practicarías la virtud de la templanza, si nada tienes en el banco?

Lo que el hombre ha tocado con su mano y moldeado con el trabajo de sus miembros, y regado con el sudor de su frente se trueca en propiedad suya.

Además, en segundo lugar, la supresión de la propiedad privada conmovería la vida familiar. ¡Cuántas cosas necesita una familia! Casa, muebles, vestidos, comida…; y todo esto han de procurarlo los padres. Ellos sienten la responsabilidad, y esta responsabilidad les acucia, los mueve al trabajo y a la economía doméstica. Y los hijos también sienten lo que deben a sus padres, y este sentimiento los educa para el respeto y la obediencia.

Se conmovería el amor de la familia y el respeto mutuo si, por suprimirse la propiedad privada, el Estado tuviera que cargar con el deber de educar a los hijos. El padre de familia quiere preocuparse, no sólo del presente, sino también del porvenir de la familia; quiere reunir un pequeño fondo, que después de su muerte pase a su familia. Con gran verdad alguien ha dicho que la herencia paterna es la mano que alarga el padre desde la tumba para ayudar al hijo y a toda la familia.

En tercer lugar, la propiedad privada es también la garantía del orden social y de la paz. Sin la propiedad privada no hay hogar en paz, y sin hogares no hay nación.

Finalmente, te diré que la supresión de la propiedad privada sería también un golpe para la civilización. El progreso de la ciencia cuesta dinero; hay que hacer sacrificios por el arte; cada paso que se da en bien de la cultura exige grandes dispendios. ¿Quién pensará en progreso, en cultura, si no tiene asegurado el pan de cada día?

Si es así, te pregunto, ¿por qué y qué necesidad había del séptimo y del décimo mandamiento de la Ley de Dios? Si el principio de la propiedad privada es una exigencia de la naturaleza humana y además la protegen leyes estatales, ¿por qué hubo de meterse Dios y obligar aun en conciencia al hombre? ¿No bastan los guardias y policías secretos, las multas y la reclusión…?

Ciertamente se necesita la ley humana para proteger la propiedad privada…pero no basta por sí sola. ¡Cuántas son hoy las leyes que la defienden! Y, sin embargo, ¡cómo surgen bandas de ladrones bien organizadas, con ramificaciones internacionales, con ensayos, con estatutos!

Hay muchos guardias…; pero no bastan para que haya uno en cada cuarto de oficina, en cada caja, en cada mesa de vendedor, en cada puesto de mercado. Por esto es necesario tener en el séptimo y décimo mandamiento, una ley que ata toda maldad, unos artículos que no tienen escapatoria, un guarda que no suelta la presa.

Es verdad todo lo que te he dicho. Pero en honor a la verdad, tengo que decirte que también la propiedad privada lleva anejos ciertos peligros y ciertas desventajas. Y sólo el Mandamiento de Dios puede frenar estos peligros y desventajas. Te enumero algunos.

La propiedad privada a veces puede ser causa de cierta desigualdad social; por ella hay ricos y pobres. ¿Es o no es cierto? Y la pobreza pesa siempre.

Es necesaria también la propiedad para librar a los ricos del egoísmo. El hombre no llega por sí mismo a descubrir esta verdad. Nacemos de suyo egoístas. La propiedad privada te da la oportunidad de ejercitarte en la generosidad con el necesitado. Cada uno de nosotros deberíamos decir: “Debo algo al prójimo”. Debemos ayudarnos como hermanos.

Ya Jesús nos lo dijo en el evangelio: “Porque tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber…” (Mateo 25, 35). Acuérdate lo que le pasó a ese rico epulón del evangelio por no compartir su propiedad privada con el pobre Lázaro. ¿A dónde fue a parar? Lo encuentras en el evangelio de san Lucas, capítulo 16, del versículo 19 al 31, como te había dicho anteriormente.

Así, pues, la propiedad privada tiene también sus deberes, además de sus derechos. Pues la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto . No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario. Tienes que ayudar a los necesitados.

Por eso podemos decir, citando al Papa Juan Pablo II: “El derecho a la propiedad privada está subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes” . Lo que tú tienes de más le pertenece a ese pobre que se está muriendo de hambre y de frío. Comparte, por favor.

La propiedad, si no la compartes, te hace duro y cruel contigo mismo. ¡El poder tiránico del dinero! Infeliz en quien hace presa el dinero. Olvidará el honor, el alma, la palabra dada, la veracidad, el deber, la compasión, al amigo, a la familia, al pobre. Nadie puede servir a Dios y al dinero, nos dijo Jesús (cf. Lucas 16, 13). ¡Cuidado con que la fortuna no te haga cruel, sin entrañas para contigo mismo y para con los pobres!

Este principio de propiedad privada, sigue diciendo Juan Pablo II en la misma encíclica sobre el trabajo, se aparta radicalmente del colectivismo , proclamado por el marxismo; y del capitalismo , practicado por el liberalismo y por los sistemas políticos que se refieren a él.

No seas avaro. Comparte tu dinero y tendrás paz y harás un mundo mejor.

Y no te olvides: la propiedad privada tiene sus propios derechos, no hay que dudarlo. Pero también sus deberes. Así se balancea y se equilibra. ¡Qué bien pensado lo tiene Dios!

Te hago un breve resumen.

Si el hombre tiene el deber de conservar su vida, ha de tener derecho a procurarse los medios necesarios para ello. Estos medios se los procura con su trabajo. Luego el hombre tiene derecho a reservar para sí y para los suyos lo que ha ganado con su trabajo.

Este derecho del hombre exige en los demás el deber de respetar lo que a él le pertenece: esto se llama derecho de propiedad.

El derecho de propiedad, en sentido cristiano, no es la facultad de disponer de las riquezas según el libre antojo o capricho, atendiendo únicamente al propio placer o utilidad. Este concepto, que es el de la escuela liberal, está altamente reprobado por la moral católica; que, si bien reconoce por uno de sus principios fundamentales el respeto a la propiedad legítima, también cuenta entre sus terminantes enseñanzas la ley de la justicia social y la de que el rico debe ser, sobre la Tierra, la providencia del pobre.

Es cierto que la justa posesión de los bienes lleva consigo la obligación del uso justo de los mismos; pero aunque el abuso en el uso sea pecado, no anula la realidad del derecho. Y si los propietarios, faltando a su obligación, no hacen buen uso de su propiedad, corresponde al Estado -guardián del bien común- poner sanciones convenientes que pueden llegar, si las circunstancias lo requieren, a la expropiación y a la confiscación.

Ya se entiende que esta intervención del Estado no debe ser arbitraria, sino que siempre debe estar subordinada al bien común. La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad.

Los bienes de la Tierra fueron creados para que todos y cada uno de los hombres pudiesen satisfacer sus necesidades. Bien lo expresó Pío XII : «Dios, Supremo Proveedor de las cosas, no quiere que unos abunden en demasiadas riquezas mientras que otros vienen a dar en extrema necesidad, de manera que carezcan de lo necesario para los usos de la vida».

Hay que ayudar a los demás. Y esto se logra no sólo dando dinero, sino también creando puestos de trabajo, capacitando profesionalmente a los demás, ofreciendo oportunidades de educación, etc. Así podrán entrar todos en “el teatro del mundo” para disfrutar de los bienes que nos ha regalado el Creador. La comparación es de San Basilio.

Los animales están al servicio del hombre. Por eso es indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar, más bien, las miserias de los hombres.

III. ATROPELLOS CONTRA ESTE MANDAMIENTO

Creo que este mandamiento de la Ley de Dios es, a veces, un tanto descuidado por nosotros; pensamos que no es tan importante, pues “hay otros pecados más gordos”, y sin embargo, es quizá uno de los que en el día a día pisoteamos sin grandes remordimientos.

Por eso, quiero hacerte luz para que veas de cuántas maneras se puede quebrantar el séptimo mandamiento.

Este mandamiento prohíbe quitar, retener, estropear o destrozar lo ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. Por ejemplo: le quitas a un compañero su reloj de pulsera y lo vendes a otro; o no quieres devolverlo a quien te lo ha prestado; o en un momento de enfado le das al reloj un fuerte martillazo para vengarte de tu amigo. ¿Ves? Todo esto es pisotear el séptimo mandamiento.

Este mandamiento prohíbe también el fraude: robar con apariencias legales, con astucia, falsificaciones, mentiras, hipocresías, pesos falsos, ficciones de marcas y procedencias, etcétera. Todo esto en algunas partes es “pan cotidiano” que algunos amasan y se comen tranquilamente, y como si nada. Tú, ¡atento, de ahora en adelante!

Algunos modos modernos de robar son la emisión de cheques sin fondo, o la firma de letras de cambio que no podrán nunca ser pagadas. Tan ladrón es el atracador con metralleta, como el que roba con guante blanco aprovechándose de la necesidad para sacar el dinero abusivamente. ¿Te ha tocado ver, sufrir algo de esto…o hacer? ¿Sabías que todo esto es atentado contra este mandamiento de la ley de Dios? ¡Afina bien tu conciencia! La conciencia es el santuario donde Dios habla. Si la corrompes, corres peligro de que ya no puedas escuchar la voz de Dios que siempre te dirá: “Haz el bien; evita el mal”.

Pueden ser pecado grave los precios injustos que se ponen en ciertas circunstancias en tiendas de comidas, ropa o en comercios.

Ladrones con guante blanco son también aquellos que exigen dinero por un servicio al que por su cargo estaban obligados. Es distinto recibir un regalo hecho libremente por quien está agradecido a tu servicio.

Roban igualmente los que cobran sueldo por un puesto, cargo, destino, servicio, etc., y no lo desempeñan o lo desempeñan mal. Como me contaron en un cierto colegio: cada mes venía a recoger su cheque un profesor que nunca daba clases, pues mandaba un sustituto, a quien también daban su respectivo cheque. ¡Puros amaños con la administración del colegio! ¡Qué descaro! ¿No crees? Eso no es honestidad ni transparencia.

Puede haber robos que la justicia humana no pueda castigar, pero que no dejará Dios sin castigo. Por ejemplo, el que se niega a pagar una deuda cierta porque al acreedor se le ha extraviado el documento y no tiene testigos.

Otras clases de robo son la usura, las trampas jugando dinero y en las compraventas, etc. Para la justicia en las compraventas hay que tener en cuenta que ninguno de los contratantes quiere hacer un regalo al otro; sino que ambos aspiran a un servicio recíproco, cambiando objetos de igual valor, pero de distinta utilidad para cada uno. En todo intercambio de bienes, cada una de las partes ha de recibir la justa y correspondiente contrapartida.

¿Me dejas contarte una anécdota?

Un campesino iba con frecuencia a la ciudad para llevar a un panadero la manteca necesaria para la elaboración del pan, y por cada kilo de manteca recibía un kilo de pan. Una vez tuvo el panadero la curiosidad de comprobar cuánto pesaba la manteca que le acababan de entregar, y descubrió que de la entrega última -cinco kilos- faltaba medio; así que pidió explicaciones. El campesino, que estaba prevenido, contestó tan tranquilo:

- No sé qué decirle. Como en mi casa tengo balanzas, pero sin pesas, me arreglo siempre poniendo en un platillo de la balanza el pan que usted me da, y en el otro un peso igual de manteca.

Ni que decir tiene que el panadero quedó avergonzado.

Algo parecido va a ocurrir en el Juicio. Dios hará como el campesino, pues el mismo Cristo ha dicho: Con la medida con que midiereis, seréis medidos (Mateo 7,2).

Cuando el robo ha sido con violencia personal, el pecado es más grave, y por lo tanto debe manifestarse esta circunstancia en la confesión. Lo mismo cuando se trata de un robo sacrílego: por ejemplo, robar un cáliz consagrado, o robar de las alcancías de una iglesia.

También se falta a la justicia, y a veces gravemente, cuando por negligencia se retrasan los salarios o pagos, pudiendo hacerlo a tiempo. Mientras se pueda, convendría pagar al contado, sobre todo a los que lo necesitan, y al día siguiente de terminar el mes.

Las cosas perdidas tienen dueño, por lo tanto, no pueden guardarse sin más. Hay que procurar averiguar quién es el dueño y devolverlas, pudiendo deducir los gastos que se hayan hecho (anuncios, etc.), para encontrar al dueño. Y tanta más diligencia habrá que poner en buscar al dueño, cuanto mayor sea el valor de la cosa encontrada. Solamente puedes quedarte con lo encontrado, cuando, después de una diligencia proporcionada al valor de la cosa, no has podido saber quién es su dueño.

Cuidar bien las cosas que usamos (autobuses, ferrocarriles, jardines, etc.) es señal de buena educación y cultura. Maltratarlas es propio de gamberros. Y además queda la obligación de reparar.

Ahora te resumo un poco los atropellos:

a) Robo:

El robo es apoderarse de algo ajeno sin conocimiento o libre asentimiento de su legítimo propietario.

El robo puede cometerse de diferentes maneras:

· Simple hurto: es el robo cometido ocultamente, y por ello se produce sin inferir violencia al dueño.

· Rapiña: es el robo cometido violentamente, ante el dueño que se opone, por ejemplo, amenazándolo con una pistola. Además del pecado de robo, se lesiona también la caridad con el prójimo.

· Fraude: es obtener ilícitamente un bien ajeno a través de engaños o maquinaciones. Se puede cometer de muchas maneras: ejecutando mal un trabajo, vendiendo mercancía mala como si fuera buena, aprovechando la ignorancia del comprador, vendiendo a un precio excesivo, engañando en los contratos, no cumpliendo las especificaciones en una obra de construcción, engañando en el peso de la balanza, falsificando documentos, etc. El pecado de fraude es uno de los más frecuentes en la actualidad, y desgraciadamente son muchos los que lo pasan por alto con ligereza.

· Usura: es exigir por un préstamo un interés excesivo, aprovechando la gran necesidad del deudor.

· Extorsión: amenaza de pública difamación o daño semejante que se hace contra alguien a fin de obtener de él dinero u otro provecho.

· Despojo: es el robo de bienes inmuebles: casas, terrenos, etc.

· Plagio: es el robo de derechos o bienes intangibles; por ejemplo, señalar como propias obras literarias ajenas.

El robo atenta gravemente contra la justicia y la caridad.

Reflexiona en esta anécdota.

Un califa de Córdoba, cuenta una tradición árabe, quiso agrandar sus jardines y construir un pabellón sobre un pequeño campo que lo rodeaba. Este campo era lo único que poseía una pobre viuda. Ésta se negó a vendérselo y entonces el príncipe se apoderó con violencia del campo y edificó en él un brillante palacio.

La pobre mujer, desolada y llorando, fue a quejarse al cadí. El asunto era difícil. ¿Quién se atrevía a oponerse a la voluntad omnipotente del príncipe?

Sin embargo, el cadí, hombre de bien, montó sobre su asno y se presentó al califa cuando éste, rodeado de su corte, se encontraba en su palacio. Él cadí llevaba con él un gran saco. Hechas sus reflexiones, pidió permiso al príncipe para llenar el saco con tierra del jardín. El príncipe, que con todo era bueno, consintió.

Llenó el saco, con una familiaridad oriental, y dijo al príncipe:

- No basta; para completar tu obra es preciso que me ayudes a cargar el saco en mi asno.

El califa lo intentó y encontró el saco demasiado pesado.

- Príncipe -dijo entonces gravemente el cadí-, si este saco, que no encierra más que una parte de esta tierra, te ha parecido pesado, ¿cuánto pesará en tu conciencia y cómo podrás presentarte delante de Dios con la tierra entera que has usurpado a esa pobre viuda?

Al príncipe le hizo impresión la parábola, y mandó devolver a la viuda el campo con el palacio y todas las riquezas que contenía.

¿Qué aprendiste?

El robo es de suyo pecado grave contra la justicia, pero admite parvedad de materia. Se prueba la parvedad de materia porque es evidente que quien roba una cosa de poco valor no quebranta gravemente el derecho ajeno, ni la caridad –así dice santo Tomás de Aquino en su gran obra “La Suma Teológica” ,

Para atender a la gravedad del robo, es decir, para ver si el pecado es grave o no, hay que considerar:

· El objeto en sí mismo. La magnitud del bien hurtado es la primera realidad a considerar sobre la gravedad de la acción. Si la magnitud es considerable aunque se le robe a una persona que no resienta la pérdida es ya pecado mortal.

· La necesidad que el dueño tenga de la cosa robada. Así, una cantidad pequeña robada a un pobre puede ser pecado grave; lo mismo si se roba una cosa de mucho aprecio afectivo, por ejemplo, un recuerdo de familia o que cause a la víctima un daño grave, por ejemplo, robar unos utensilios de labranza a un campesino pobre. Sin ellos no podrá hacer su trabajo, y tal vez no tenga dinero para comprar otros.

· El que comete varios robos pequeños distanciados, con intención de llegar a robar una cantidad grande, incurre en el pecado grave desde la primera vez que roba. Esto se explica porque desde el inicio tiene intención de cometer un pecado grave; si, por ejemplo, el cajero de un banco se propone robar 1.000.000 dólares, sustrayendo cada día 100 dólares para no hacerse notar, el primer día que toma esa cantidad comete ya pecado grave. La acumulación de materia (una suma de robos pequeños) llega a constituir un pecado grave.

¿Hay algunas causas excusantes del robo o dicho de otro modo, hay justa apropiación de bienes ajenos?

Bajo ciertas condiciones, puede ser lícito tomar los bienes ajenos. Esto no quiere decir que existan excepciones a la Ley de Dios pues, por ser ésta perfecta, prevé todas las eventualidades. Lo que en realidad sucede es que la formulación completa de este precepto podría ser: “no tomarás injustamente los bienes ajenos” En casos de extrema necesidad, cuando no hay otra forma de solución, el derecho a la vida y el destino universal de los bienes está por encima de la propiedad privada.

Estas acciones pueden llevarse a cabo siempre y cuando no se ponga al prójimo en la misma necesidad que uno padece. Además, una vez que ha pasado la necesidad extrema, y el deudor está en condiciones, ha de buscar el modo de restituir el daño causado. El principio general en que se basa esta causa excusante del robo es que “en caso de extrema necesidad, el derecho primordial a la vida está por encima del derecho de propiedad”.

El Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2408 dice lo siguiente: “No hay robo si el consentimiento puede ser presumido o si el rechazo es contrario a la razón y al destino universal de los bienes. Es el caso de la necesidad urgente y evidente en que el único medio de remediar las necesidades inmediatas y esenciales (alimento, vivienda, vestido…) es disponer y usar de los bienes ajenos”.

Por tanto, siguiendo el principio de que los bienes están al servicio del hombre y hay un destino universal de los bienes... hay unos casos en que se permite o se considera justa la apropiación de bienes ajenos.

Por ejemplo, te vuelvo a decir: una persona que se está muriendo de hambre o que no tenga recursos para comprar una medicina fundamental para salvar la vida de su hijo, puede apropiarse de lo que necesita, pues el derecho a la vida es superior al derecho a la propiedad privada. También hay obligación, una vez pasada la necesidad, de restituir lo tomado, si fuera posible.

Así mismo, puede cobrarse uno mismo lo que se le debe sin consentimiento del deudor siempre y cuando se cumplan estas condiciones: que la deuda sea verdadera; de estricta justicia; que el pago no se pueda obtener de otro modo, y que no se cause ningún daño.

Esto no significa que tú puedes tomar la justicia por tu mano en casos de flagrante injusticia, sino que, agotados todos los procesos ordinarios para obtener lo que es propiedad legítima, el obtenerla directamente sin conocimiento o consentimiento del injusto propietario, no puede considerarse robo.

Esto, en la práctica, es muy difícil de aplicar en moral, pues se presta fácilmente a interpretaciones subjetivas o a abusar de la justicia contra la caridad.

Paso a otra cosa, pero siempre relacionada con el robo: ¿es pecado la cleptomanía?

Hay personas que roban cosas pequeñas por un impulso interior. Se trata de una enfermedad que recibe el nombre de cleptomanía. Conviene curarla, pues puede poner, al que la padece, en situaciones vergonzosas.

Pero hay otras personas que roban en hoteles y comercios por puro deporte, por la vanidad de presumir de ingeniosos. Esto es inmoral, vergonzoso y rebaja al que lo realiza. Y además queda la obligación de restituir al perjudicado; y si esto no es posible, dando de limosna el importe de lo robado.

También peca contra este mandamiento el que en alguna manera coopera al robo, ya sea mandando, aconsejando, alabando, ayudando, encubriendo o consintiendo, pudiendo y debiendo impedirlo.

Por ejemplo: un día a las 5.10 de la tarde, aprovechando la poca concurrencia en la calle, un taxi se detiene delante de una joyería. Descienden del automóvil tres individuos enmascarados, pistola en mano. Entran en el establecimiento y se apoderan de joyas por valor de muchos miles de pesos o de dólares o de euros. Suben de nuevo al taxi y desaparecen veloces.

En este ejemplo han pecado gravemente:

· El jefe de la banda de atracadores, que no iba en el taxi, pero fue quien los mandó.
· El otro atracador, que tampoco estuvo en el robo, pero animó a los otros, algo indecisos, a hacerlo.
· El taxista, que libre y voluntariamente se ofreció a llevarlos con una buena participación en el negocio.
· Desde luego los tres atracadores.
· El pariente de uno de los atracadores que ocultó el maletín de joyas en su casa, sabiéndolo todo de antemano.
· Incluso el transeúnte que ve a los atracadores y no reacciona, no coopera en el robo, pero tampoco es inocente pues no hizo lo que estaba en su mano para evitar que se cometiera.

Como el robo fue grave, todos éstos pecaron gravemente. Si el robo hubiera sido leve, también hubieran pecado todos ellos; pero su pecado hubiera sido venial.

La colaboración al pecado tiene diversos aspectos: formal y material.

Se llama cooperación formal cuando se desea el hecho pecaminoso. Esto siempre es pecado. Se llama cooperación material cuando no se desea el hecho pecaminoso, aunque se coopere a él. Esta cooperación material puede ser inmediata o mediata. Inmediata será si esta cooperación es necesaria para el hecho pecaminoso. Esta cooperación también es pecado. Será mediata, si esa cooperación no es necesaria para el hecho pecaminoso.

La cooperación mediata puede ser lícita con tal de que:

· La acción del cooperante sea, en sí misma, buena o indiferente.
· La intención del cooperante no apruebe el pecado al que coopera.
· Haya un motivo para cooperar, pues lo que se desea es un efecto bueno.
· El efecto bueno no sea consecuencia del efecto malo.

No creas que para que sea robo tiene que ser algo grande en cantidad. Cuida de no llevarte ese bolígrafo o esas hojas de la oficina donde trabajas, pues no son tuyos. Si necesitas algo de esto, pídeselo a tu jefe. Cuando vayas al supermercado, no cambies los precios; no cojas esos caramelos, pues esto también son pequeños robos, que te corrompen poco a poco tu conciencia. ¡Sé íntegro y honesto siempre!

Alguien ha dicho “Quien no comparte, roba”, “Todo egoísta es ladrón”. Algo de verdad encierran estas frases. Tienes que compartir…Compartir, ¿qué? Lo que se tenga. Dinero, a quien algo le sobre. Amistad, el que sólo tenga eso para dar. Alegría y consuelo, quien los haya recibido de Dios. Compartir también tu fe, porque hasta la fe se roba cuando no se difunde.

b) La retención injusta:

Consiste en conservar o retener, sin un motivo legítimo, lo que es de otro. Es una forma de atentar contra el derecho a la propiedad privada.

¿Quieres unos ejemplos? Ya antes habían salido, pero ahora los enuncio simplemente y añado algunos más:

· El patrón que retrasa el pago del salario a los obreros, sin causa justa.
· El que se niega a pagar sus deudas pudiendo hacerlo.
· Los que no devuelven las cosas prestadas o las devuelven en mal estado.
· Los que engañan en la administración de bienes ajenos.
· Los que falsifican dinero.
· Estafar a quien le confió la administración de sus bienes.
· Los que guardan la cosa perdida sin buscar al dueño.
· El que con gastos excesivos se imposibilita para pagar sus deudas.
· Los comerciantes que provocan quiebras ficticias para declararse insolventes.
· El que sabiendo que en el supermercado se ha equivocado la cajera y le ha dado dinero de más, y no hace nada por devolverlo.

Es una forma de robo más o menos encubierto que puede presentar grandes agravantes según la dimensión del daño causado con este delito.

c) El daño injusto:


Hay un daño injusto siempre que, por malicia o por culpable negligencia, se provoca un daño al prójimo en su persona o en sus bienes. Cometen, por tanto, daño injusto:

· los que causan grave perjuicio al prójimo en sus bienes, destruyéndolos o deteriorándolos;
· los que por habladurías hacen que la persona pierda el empleo, o el crédito, etc.;
· los que descuidan las obligaciones de la justicia anexas a su cargo, por ejemplo, los abogados que por descuido dejan perder un pleito, los médicos que por ineptos comprometen la vida o la salud de los pacientes, etc.

¿Abarca más cosas este mandamiento de la Ley de Dios?

En este séptimo mandamiento hay algunas cosas delicadas, sobre las que trataré de hacer luz.

¿Qué sabes de la oculta compensación?

La compensación oculta consiste en pagarse uno mismo lo que se nos debe, sin consentimiento del deudor. Es, por tanto, el acto por el cual el acreedor toma ocultamente lo que se le debe.

La moral católica ha admitido tradicionalmente dos posibilidades en las que un acto aparentemente en contra de la propiedad privada no es considerado como robo: son los casos de extrema necesidad y de compensación oculta. «Quien se haya en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí, con tal de no poner al dueño en el mismo grado de necesidad» (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 69).

Extrema necesidad es más que «grave y apremiante necesidad»; es una situación tal en la que no sería posible continuar viviendo si no es a costa de los bienes del prójimo apropiados por su propia cuenta.

Oculta compensación es la posibilidad mediante la cual uno mismo toma lo que en justicia se le debe, adueñándose ocultamente de los bienes propios del deudor y equivalentes a esta deuda.

Este tipo de compensación es de suyo ilícita, aunque puede llegar a ser lícita si se cumplen algunas condiciones:

· la deuda sea clara y verdadera -y no sólo probable- y de estricta justicia; es decir que el derecho propio sea moralmente cierto;
· el pago no se pueda obtener de otro modo sin grave molestia; por ejemplo, por la vía legal, pues en toda sociedad organizada nadie puede tomarse justicia por su mano;
· la voluntad de no satisfacerla también,
· los otros medios para recuperar lo debido han de estar agotados,
· y la compensación no ha de dañar a un tercero.

En la práctica, es muy difícil juzgar por sí mismo los casos de licitud en la compensación oculta, ya que fácilmente se cae en apreciaciones subjetivas. Por ejemplo, está dicho en el Magisterio de la Iglesia (cfr. Dz. 1187) que no es lícito a los empleados del hogar quitar ocultamente a sus patrones para compensar su trabajo, que juzgan superior al sueldo que se les da.

La oculta compensación, por los peligros y abusos a que se puede prestar, rarísima vez debe ejecutarse, lo mejor es consultar al confesor previamente, y en general debe desaconsejarse.

¿Y los fraudes al fisco?

En este inciso te haré breve mención de las obligaciones del ciudadano o la empresa relativas a la contribución fiscal, y del caso, no infrecuente, de la imposición de cargas desproporcionadas por parte de la legislación tributaria.

La cuestión de la defraudación al fisco es un tema muy actual. El problema es complejo y envuelve un círculo vicioso: la administración exagera los líquidos imponibles para compensarse del fraude; los contribuyentes falsifican sus declaraciones para defenderse del fisco. Además, no raramente la recaudación no es destinada al menos en su totalidad para los fines propios del Estado.

Por las complejidades que presenta el caso, hemos de guiarnos con base en los siguientes principios generales:

· La autoridad legítima tiene perfecto derecho a imponer a los ciudadanos los tributos que realmente necesita para atender a los gastos públicos y promover el bien común.
· Las leyes que determinan impuestos justos obligan en conciencia, o sea bajo pecado ante Dios.
· La infracción de las leyes que determinan los impuestos y tributos justos quebranta la justicia legal, en algunos casos la justicia conmutativa , e impone, por consiguiente, la obligación en conciencia de restituir.
· Si los tributos que fijara la autoridad pública fueran manifiestamente abusivos, en la parte que excedieran de lo justo no obligarían en conciencia ni inducirían el deber de restituir.
· Tampoco obligan en conciencia aquellas contribuciones que, en todo o en parte, no son destinadas a la atención de los gastos públicos o a la promoción del bien común.

Es necesario, llegados aquí, advertir que muy fácilmente uno, llevado por sus propios intereses, puede pensar que algún impuesto es injusto o excesivo. La valoración sobre la licitud y justicia de un impuesto es muy compleja y nada fácil.

Por eso, a partir de las reglas anteriores podrían formularse dictámenes morales para los casos específicos. Sin embargo, y como regla general para cualquier decisión análoga, es conveniente no limitarse a juzgar según el propio criterio, sino consultar con un sacerdote docto y piadoso.

¿Restituir lo robado?

Hemos hablado de robos y más robos. La pregunta que salta ahora es ésta: ¿hay que restituir todo lo que robamos?

Restituir es la reparación de la injusticia causada, y puede comprender tanto la devolución de la cosa injustamente robada como la reparación o compensación del daño injustamente causado.

Jesús bendijo a Zaqueo por su resolución: “Si en algo defraudé a alguien, le devolveré‚ el cuádruplo" (Lc. 19, 8).

Los que, de manera directa o indirecta, se han apoderado de un bien ajeno, están obligados a restituir o devolver el equivalente en naturaleza o en especie, si la cosa ha desaparecido, así como los frutos y beneficios que su propietario hubiera obtenido legítimamente de ese bien.

Sobre la restitución conviene tener presente las circunstancias:

· Quién: en general, está obligado a restituir el que injustamente posee el bien de otro o le ha causado un daño. Si el daño ha sido causado por varias personas de común acuerdo y todas contribuyeron por igual, todas están por igual obligadas a restituir, y cada una tiene obligación de restituir su parte del daño. Se debe tener en cuenta lo siguiente:

- Si uno no puede restituir todo lo que debe, tiene que restituir, al menos, lo que pueda; y procurar llegar cuanto antes a la restitución total. Quien no puede restituir actualmente debe tener la intención de hacerlo cuanto antes, y procurar ponerse en la posibilidad de restituir, trabajando y evitando todo gasto inútil.
- El que no puede restituir enseguida, debe tener el propósito firme de restituir cuando le sea posible.
- El que no pueda hacer la restitución personalmente, o prefiere hacerla por medio de otro, puede consultar con el confesor.
- El que pudiendo no quiere restituir, o no quiere reparar los daños causados injustamente al prójimo, no obtiene el perdón de Dios: no puede ser absuelto.
· A quién: Debe, pues, restituirse a las personas que han sido injustamente perjudicadas. Si éstas han muerto, a sus herederos. Y si no hay herederos, a los pobres o a obras piadosas. Pero nadie puede beneficiarse de lo que robó.
· Cuándo: lo más pronto posible, sobre todo si retrasando se sigue causando daño al prójimo. Si no puedes restituir de momento, debes evitar gastos inútiles y superfluos para poder restituir todo cuanto antes. Quien se halle en absoluta imposibilidad de restituir, que procure hacer el bien al damnificado y orar por él.
· Cómo: no es necesario que la restitución se haga públicamente o por sí mismo, o a sabiendas del dueño verdadero; se puede hacer por otra persona a título que sea. El modo de restituir ha de ser tal que repare de manera equivalente la justicia quebrantada; es decir, con la debida igualdad.

Nos dice el Catecismo de la Iglesia católica que están igualmente obligados a restituir, “en proporción a su responsabilidad y al beneficio obtenido, todos los que han participado de alguna manera en el robo, o que se han aprovechado de él a sabiendas; por ejemplo, quienes lo hayan ordenado o ayudado o encubierto” (Catecismo, n. 2412).

Por tanto, todo el que tiene algo que no le pertenece, o que ha causado un daño injusto, debe restituir. La obligación de hacerlo, en el caso de materia grave, es absolutamente necesaria para obtener el perdón de los pecados en la confesión, como ya habíamos dicho.

La Sagrada Escritura lo afirma expresamente: “Si el impío hiciere penitencia y restituye lo robado tendrá la vida verdadera” (Ezequiel 33, 14-15). Otros textos análogos son: Éxodo 22, 3; Lucas 19, 8-9.

La razón nos lleva también a afirmar la obligación de restituir: el derecho natural manda a dar a cada uno lo suyo; sin restitución todo derecho podría ser injustamente violado.

¿Hay algunas causas que eximen de la obligación de restituir?

Sí, son tres:

· la imposibilidad física, por ejemplo, la pobreza extrema;
· la imposibilidad moral; por ejemplo, si el deudor hubiere de sufrir un daño mucho mayor, como perder la vida o la fama;
· la condonación del acreedor: si expresamente perdona la deuda.

La restitución no es siempre fácil. El confesor puede orientar sobre el modo más a propósito para hacerla.

Respetemos las cosas de los demás. Y si podemos, ayudemos a los necesitados, como hacían los primeros cristianos.

Tenemos que demostrar con los hechos, con nuestro desprendimiento, que creemos en Dios y no en el dinero. ¿Sabes cuál es la clave de esta crecida de infracciones del séptimo mandamiento? La idolatría del dinero a la que podemos sucumbir todos, si no nos cuidamos. Decimos creer en Dios, pero pensamos en Él mucho menos que en el dinero que esperamos ganar. Dedicamos a Dios mucho menos tiempo que a pelearnos por el dinero o la comodidad.

Y así es como está teniendo de hecho más seguidores Judas que Cristo. Que nunca se dé esto en ti.

IV. FORMAS DE CUMPLIR ESTE SÉPTIMO MANDAMIENTO

Son tres: la austeridad, la justicia y la generosidad.

1. La austeridad

Es el justo equilibrio entre la opulencia y la miseria. Es tener lo necesario y lo suficiente para cumplir, lo más eficazmente posible, con la misión que Dios te ha encomendado.

Los bienes materiales son buenos, como te he dicho. Dios quiere que los tengamos y los usemos para conseguir nuestro fin último, pero debemos usarlos solamente como medio y nunca verlos como un fin en sí mismos.

La austeridad consiste en adquirir y poseer aquellos bienes que son necesarios para cumplir con eficacia la misión encomendada por Dios, de acuerdo con el estado y condición de vida de cada persona.

Un coche, por ejemplo, puede ser una necesidad real para alguien que necesita moverse de un lugar a otro, pero puede ser un lujo innecesario para alguien que tiene cinco coches más estacionados en el garaje de su casa y que compra otro “sólo porque lo vio y le gustó”.

2. La justicia

Es el saber dar a cada persona lo que se merece. La virtud de la justicia te ayudará a saber administrar correctamente tus bienes materiales, usándolos para tu propio bien y el de los demás. La justicia te ayudará a conocer cuáles son tus necesidades reales y cuáles han sido creadas por las trampas de la publicidad, haciéndote creer que necesitas algo que realmente no necesitas.

La justicia te llevará directamente a poner a disposición de los demás todo lo que exceda a tus necesidades reales, pues te hará consciente de que los bienes de la tierra pertenecen a todo el género humano y no sólo a unos cuantos. Y esto se logra, no sólo dando limosna, sino creando fuentes de trabajo, capacitando a profesionales, ofreciendo oportunidades de educación, impulsando obras en beneficio de los necesitados, etc.

La justicia te ayudará a saber pagar lo justo por los servicios que los demás te presten, sin querer estafarlos o engañarlos.

3. La generosidad

Es la virtud que te ayudará a desprenderte de los bienes que posees a favor de los otros. Te lleva a compartir más allá de la justicia, sacrificando tal vez alguna necesidad real, pero no indispensable, para ayudar a alguien que no tenga siquiera lo necesario para sobrevivir.

Es el caso de la madre de familia que se queda sin comer, siendo el alimento una necesidad real, para que sus hijos coman lo suficiente, o aquella otra que permanece en vela toda noche, siendo el sueño una necesidad real, por cuidar a su hijo enfermo.

Es el caso también de aquel muchacho que, en vez de comprarse un suéter de marca, compra dos suéteres sencillos, pero bonitos y abrigadores y regala uno de los dos a alguien que tiene frío y no tiene dinero para comprárselo.

Aquí entra el ancho campo de la limosna. ¿Estás obligado a dar limosna?

Digamos aquí algo del deber de dar limosna. «El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad le cierra las entrañas, ¿cómo mora en él la caridad de Dios?» (1 Juan 3, 17).

No confundamos los deberes de caridad con los deberes de justicia. Sería una equivocación querer suplir con obras de caridad los deberes de justicia. Pero siempre habrá lugar para la caridad, porque siempre habrá desgracias en este mundo. Y desde luego, mejor que dar pan hoy, es dar la posibilidad de que los pobres no tengan que pedirlo mañana: puestos de trabajo, escuelas, etc.

Siempre será verdad aquello de que: «la limosna beneficia más al que la da que al que la recibe». A la caridad están obligados todos los hombres. Los que tienen mucho, mucho. Los que tienen poco, poco. Cada cual, según sus posibilidades, debe cooperar a remediar las necesidades de los que tienen menos.

Dice el Concilio Vaticano II en la Constitución “Gaudium et Spes” número 69 que la limosna debe darse no sólo de los bienes superfluos, sino también de los necesarios. El Nuevo Código de Derecho Canónico confirma lo mismo: “Todos tienen el deber de promover la justicia social, así como ayudar a los pobres con sus propios bienes” (número 222, 2). Quizás la limosna callejera se preste a abusos y engaños; aunque muchas veces se presentan necesidades reales que no deberíamos desoír.

Pero hoy día hay una caridad organizada que permite encauzar las limosnas hacia necesidades reales y urgentes.

Dice el Concilio Vaticano II: «Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos» (Decreto sobre el apostolado de los seglares, 69).

Afortunadamente el deber de dar limosna va entrando poco a poco en la conciencia de las personas. Aunque algunos todavía no acaban de comprender que ellos son meros administradores de los bienes que Dios ha puesto en sus manos, y que Dios, que es el Dueño de todo, desea que esos bienes ayuden también a otros, después de haber remediado sus propias necesidades. No es justo que la primera parcela que recibe el agua para regar la absorba toda y se encharque, impidiendo que el agua fluya a otras parcelas que también la necesitan.

Desde que se ha permitido en España el juego, éste se ha convertido en un vicio nacional.

El hecho de que los españoles se gasten en juegos de azar en un año 4.000.000.000.000 de pesetas (¡doce ceros!) es una atrocidad. España es el país del mundo que más gasta en juegos de azar, por persona, después de Filipinas. Hay personas que se gastan en el bingo lo que necesitan en su casa. Esto es una inmoralidad.

Y si lo que gastan es lo que les sobra, que lo den de limosna a personas que lo necesiten. Pero el dinero no es para jugárselo. A no ser que sea en pequeñas cantidades. Pero el juego es un vicio en el que se empieza por cantidades pequeñas y a veces se termina jugándose lo inconcebible.

La ludopatía (adicción al juego) es hoy en España un problema tan grave como las drogas. Los juegos de azar, están convirtiendo a España en un pueblo de ludópatas.

Con tanta lotería el vicio cunde hasta el punto de que el Hospital Ramón y Cajal ha puesto en marcha el ensayo de un medicamento para tratar la ludopatía. Casi dos millones de españoles tienen adicción a los juegos de azar.

Según Ramón Marrero, Consejero de Trabajo y Asuntos Sociales, el 5% de la población andaluza -unas 350.000 personas- padece ludopatía. El año 1994 gastaron en juegos de azar 500.000 millones de pesetas. Un solo ludópata, de 58 años, se autodenunció de estar esclavizado por el juego. Llegó a robar del Banco donde trabajaba 243 millones de pesetas. Habitualmente jugaba 70.000 pesetas diarias.

El Dr. Román Fernández, Presidente de ACOJER, una asociación para la rehabilitación de jugadores empedernidos, afirma que hoy hay en España 380.000 enfermos por adicción al juego. La ludopatía provoca problemas familiares, laborales, económicos y sociales, ya que el enfermo necesita jugarse todo el dinero que encuentra, y por ello llega a romper con su trabajo, sus amigos y su familia. La necesidad de dinero para jugárselo le lleva hasta a robar.

Los ludópatas experimentan una necesidad de jugar como la que tiene un heroinómano de pincharse. La ludopatía es una enfermedad mental. Es una enfermedad que esclaviza. Cierto hombre atracó veintidós Bancos para gastárselo todo en el juego. Él mismo afirma que se pasaba diez horas seguidas en la mesa, y se jugaba millones cada noche. El fiscal pidió para él 154 años de cárcel.

Otro hombre asesinó a dieciséis amantes, ricos y ancianos, envenenándolos, después de lograr su testamento a favor de ella, para jugarse el dinero a la ruleta en diversos casinos.

En el programa televisivo «Cita con la vida» de Nieves Herrero en Antena 3, salió una persona el miércoles 27 de Septiembre de l995, a las once y media de la noche. Manifestó que se quedó viuda y empezó a ir al bingo por entretenimiento, pero terminó enganchada por el vicio del juego hasta el punto de arruinarse, perdiendo varios millones; y lo que es peor, perdiendo el cariño de su hija, a quien no ve desde hace ocho años.

Basta ya con todo esto. ¿Te he aburrido? Perdóname, pero me entusiasmó este séptimo mandamiento. Para mí mismo fue un gran descubrimiento, pues había olvidado tantos aspectos que abarcaba. Te he compartido todo esto para que te cuides mucho y lleves una vida íntegra y honesta, por encima de todo.

Sólo así podrás dormir con la conciencia tranquila, sin necesidad de tomar medicamentos soporíferos.

Termino con esto.

Según datos publicados recientemente, si combinásemos nuestra capacidad tecnológica actual y el potencial productivo del planeta sería posible producir alimentos para unos veinte mil millones de personas. Sin embargo, somos “sólo” cinco mil quinientos millones y las tres cuartas partes de la humanidad mueren de hambre. ¿Qué pasa?

A todas luces, no se trata de que la tierra sea incapaz de dar de comer a todos, sino de un problema de injusticia, de reparto no equitativo de la riqueza.

Era algo que san Basilio (329-379) ya tenía claro en el siglo IV, como demuestran estas palabras: “Es del hambriento el pan que tú retienes; es del desnudo el vestido que guardas escondido; es del que está descalzo el calzado que se enmohece retenido por ti; es del necesitado el dinero que tienes amontonado. Por eso, tú te haces responsable del mal que le viene al necesitado a quien puedes ayudar”.

Resumen del Catecismo de la Iglesia católica
2450 ‘No robarás’ (Deuteronomio 5, 19). ‘Ni los ladrones, ni los avaros..., ni los rapaces heredarán el Reino de Dios’ (1 Corintios 6, 10).
2451 El séptimo mandamiento prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.
2452 Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada no anula el destino universal de los bienes.
2453 El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño.
2454 Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es contraria al séptimo mandamiento. La injusticia cometida exige reparación. La justicia conmutativa impone la restitución del bien robado.
2455 La ley moral prohíbe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan a esclavizar a los seres humanos, a comprarlos, venderlos y cambiarlos como si fueran mercaderías.”
2456. “El dominio, concedido por el Creador, sobre los recursos minerales, vegetales y animales del universo, no puede ser separado del respeto de las obligaciones morales frente a todos los hombres, incluidos los de las generaciones venideras.
2457 Los animales están confiados a la administración del hombre que les debe benevolencia. Pueden servir a la justa satisfacción de las necesidades del hombre.
2458 La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas. Cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último.
2459 El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El punto decisivo de la cuestión social estriba en que los bienes creados por Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la justicia y con la ayuda de la caridad.
2460 El valor primordial del trabajo atañe al hombre mismo que es su autor y su destinatario. Mediante su trabajo, el hombre participa en la obra de la creación. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.
2461 El desarrollo verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada persona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios (cf Encíclica de Juan Pablo II, Centesimus Annus 29).
2462 La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.
2463 En la multitud de seres humanos sin pan, sin techo, sin patria, hay que reconocer a Lázaro, el mendigo hambriento de la parábola (consulta Lucas 16, 19-31). En dicha multitud hay que oír a Jesús que dice: ‘Cuanto dejasteis de hacer con uno de éstos, también conmigo dejasteis de hacerlo’ (Mateo 25, 45).

Para la reflexión personal y en grupo

1. Consulta los Santos Evangelios y dime que nos dicen respecto al uso de las riquezas. Sírvete de estos textos: Lucas 12, 13-34; Mateo 6, 24-34; Lucas 16, 9-15; Lucas 16, 19-31; Lucas 18, 18-30. ¿Por qué san Lucas insiste tanto en el uso de las riquezas?
2. ¿Qué principios te quedaron claros sobre los bienes de esta tierra y la propiedad privada?
3. ¿Por qué está mal robar?
4. ¿Por qué las riquezas y bienes de la tierra ejercen tanta fascinación sobre el hombre? ¿Es que son malos de por sí?
5. ¿Cuándo hay que restituir lo robado?
6. ¿Tú crees que la Iglesia puede y debe decir algo ante los problemas sociales de esta sociedad? ¿Por qué?
7. ¿Dónde está el fundamento de la ayuda a los pobres?
8. ¿Cuáles son las encíclicas de los Papas sobre la Doctrina Social de la Iglesia?
9. Pros y contras de la propiedad privada.
10. ¿Es digno el trabajo?


LECTURA: Extraída del libro “Dios y el mundo”, una conversación con Peter Seewald y las respuestas que dio el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI. Primer parte

Pregunta de Meter Seewald: El séptimo mandamiento: “No hurtarás”. Respetar la propiedad ajena es un precepto banal. ¿Qué más esconde detrás?

Respuesta del cardenal Ratzinger: La doctrina de la asignación universal de los bienes de la creación no es sólo una idea bonita, también tiene que funcionar. Por eso está supeditada a ella la verdad de que el individuo necesita su esfera en las necesidades fundamentales de la vida y por tanto debe existir un sistema de propiedad que cada individuo debe respetar. Esto exige, por supuesto, las necesarias leyes sociales orientadas a limitar y controlar los abusos de la propiedad.

Ahora vemos con una claridad antes infrecuente cómo las personas se autodestruyen viviendo solamente para atesorar cosas, para sus asuntos, cómo se sumergen en ello, convirtiendo la propiedad en su única divinidad. Quien, por ejemplo, se somete por completo a las leyes de la Bolsa, en el fondo no puede pensar en otra cosas. Vemos el poder que ejerce entonces el mundo de la propiedad sobre las personas. Cuanto más tienen, más esclavas son, porque deben estar continuamente cuidando esa propiedad y acrecentándola.

La problemática de la propiedad también se observa claramente en la relación perturbada entre el Primer y el Tercer Mundo. Aquí la propiedad ya no está supeditada a la asignación universal de los bienes. También aquí es preciso hallar formas legales para que esto siga equilibrado o se equilibre.

Ya ve usted cómo la palabra de respetar los bienes ajenos entraña una enorme carga de verdad. Abarca ambas cosas, la protección de que cada cual ha de recibir lo que necesita para vivir (y después hay que respetárselo), pero también la responsabilidad de utilizar la propiedad de forma que no contradiga la misión global de la creación y del amor al prójimo.

OTRA LECTURA: Extraída de mi libro “Jesucristo”, capítulo 14: Jesús ante los bienes materiales

1. ¿Cómo se comportó Jesús ante las riquezas?

Jesús era una persona pobre. Nace de una familia sin grandes recursos y en condiciones pobres. Incluso no pudieron ofrecer un cordero, por falta de recursos (cf. Lc 2, 24).

No almacena bienes y sabe vivir de la Providencia de su Padre (cf. Mt 8, 20; Lc 9, 58). Es más, las cosas son para Jesús una obra del Padre. Brotaron de la mano amorosa y providente de su Padre (cf. Mt 6, 26ss).

Y cuando llama bienaventurados a los pobres (cf. Mt 5, 3), está llamando felices a quienes son desprendidos interiormente, aquellos que ponen toda su confianza en Dios, porque todo lo esperan de Él. Pobre es sinónimo del que tiene el corazón vacío de ambiciones y preocupaciones; de quienes no esperan la solución de sus problemas sino de solo Dios. Y pobreza en la Biblia es sinónimo de hambre, de sed, de llanto, de enfermedad, trabajos y cargas agobiantes, alma vacía, falta de apoyo humano.

Jesús era pobre en ese sentido: apoya su vida en Dios, su Padre. Gracias a esa libertad interior, Jesús puede disfrutar de los bienes moderada y alegremente. Es tan libre que está por encima de las apetencias, ansiedades y vanidades. Por eso sabe gozar de las cosas y, a la vez, prescindir de ellas para seguir su misión y su preferencia por Dios Padre. Goza de un banquete (cf. Lc 7, 36-49; Jn 2, 1-12), pero también se priva de lo material cuando se lo pide su misión (cf. Jn 4, 31-32). Disfruta preparando un almuerzo a sus íntimos (cf. Jn 21, 9-12); les defiende cuando los fariseos les acusan de arrancar espigas, pues tenían hambre (cf. Mt 12, 1-8).

Pero no vive en la miseria. Tiene su vida asegurada, pues en el grupo de los apóstoles había una bolsa común (cf. Lc 8, 1-3; Jn 12, 6). Compraban alimentos (Jn 4, 8) y se hacían limosnas con parte de los bienes (cf. Jn 13, 29). Es decir, Cristo tiene bienes y los administra. Participa en banquetes y fiestas y sabe cooperar con vino generoso en las bodas de Caná (cf. Jn 2, 1 ss). Y estos mismos goces sanos los desea para los demás. De ahí su hermoso y gratuito gesto de la multiplicación de los panes y peces (cf. Mt 15, 15 ss; Jn 6, 1-15).

Acepta regalos, incluso costosos (cf. Jn 12, 1-8).

Y, sin embargo, Cristo alcanza con su gloriosa resurrección la máxima riqueza que va a distribuir a todos (cf. Mt 28, 18). Sigue siendo pobre porque no posee las riquezas materiales, sino las de Dios.

¿Cuál fue, entonces, la postura de Jesús frente a los bienes materiales? La enseñanza central de Cristo en lo económico es ésta: relativización del dinero. A Jesús le interesa mucho más cómo se usa lo que se tiene que cuánto se tiene y, sobre todo, le importa infinitamente más lo que se “es” que lo que se tiene. Jesús quiere dar a entender que la verdadera riqueza es la interior, la del corazón. La riqueza material nos debe ayudar a ser ricos en generosidad, desprendimiento y solidaridad.

Al decir que Jesús consideraba las riquezas como relativas, no significa que Jesús fuera un adorador romántico de la pobreza, en sentido material. No es que Jesús quiera la pobreza material, que se convierta en miseria. No. Por eso, su mensaje es bien claro: todos somos hermanos y debemos compartir lo que tenemos, para que nadie sufra esa pobreza material. Si no tenemos caridad no somos nada (cf. 1 Cor 13, 1 ss).

La postura de Jesús frente a las riquezas es de una gran libertad interior. Jesús no está apegado a ellas, no está esclavizado a ellas, no está obsesionado por ellas. Vive la pobreza como ese desapego interior de todo. Por eso, Jesús insiste en que lo material es perecedero y lo sobrenatural es eterno. Así se entiende por qué no toma posición ante quien le pide juicio sobre lo material (cf. Lc 12, 14).

La cruz descubre profundamente el valor que Jesús concede a las cosas materiales y terrenas. Para salvar a los hombres y cumplir la misión confiada por su Padre, dio todo cuanto tenía. Jesús en la cruz es pobre de cosas, pero es rico en amor, perdón, misericordia, obediencia. De su costado abierto brotó la Iglesia, los sacramentos, el regalo de su Madre.

2. Jesús ante los ricos

Cuando decimos que Jesús prefiere como amigos a los pobres no estamos diciendo que excluya a los ricos. Jesús, enemigo de toda discriminación, no iba Él a crear una más. En realidad, Cristo es el primer personaje de la historia que no mide a los hombres por lo económico sino por su condición de personas.

Es un hecho que no faltan en su vida algunos amigos ricos con los que convive con normalidad. Si al nacer eligió a los pastores como los primeros destinatarios de la buena nueva, no rechazó, por ello, a los magos, gente de recursos y sabia. Y si sus apóstoles eran la mayoría pescadores, no lo era Mateo, que era rico y tenía mentalidad de tal. Y Jesús no rechaza invitaciones a comer con los ricos; acepta la entrevista con Nicodemo, cuenta entre sus amigos a José de Arimatea, tiene intimidad con el dueño del cenáculo, gusta de descansar en casa de un rico, Lázaro, y, entre las mujeres que le siguen y le ayudan en su predicación figura la esposa de un funcionario de Herodes. Tampoco recusa el ser enterrado en el sepulcro de un rico.

Jesús ama a todos: pobres y ricos. Conocemos su relación con Simón, el fariseo (cf. Lc 7, 36), y con Nicodemo, doctor de la Ley (cf. Jn 3, 1). El rico José de Arimatea es mencionado expresamente entre sus discípulos (cf. Mt 27, 57). En sus viajes le seguían “Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes, Susana y otras muchas que le servían con sus bienes” (Lc 8, 3). Por lo que podemos juzgar, sus apóstoles no pertenecían a las más bajas clases sociales, sino como Jesús mismo, a la clase media.

Más que a las riqueza en sí o a los ricos, Jesús combate la actitud de apego frente a esas riquezas. Jesús veía en la mayor parte de los fariseos y saduceos, representantes de la clase rica y dirigente del país, las funestas y alarmantes consecuencias del culto a Mammón. Lo que les impedía seguirle, manteniéndoles alejados del reino de los cielos, no era la riqueza en sí, sino su egoísmo duro, su orgullo, su apego a ella, a sus privilegios.

Cuando Jesús llama la atención a los ricos es porque el rico, apegado a las riquezas, no siente necesidad de nada, pues lo tiene todo y no desea que cambien las cosas para seguir en su posición privilegiada. A quien le falta siente nostalgia de Dios y le busca.

Es un hecho que Jesús frente al pobre y necesitado lo primero que hacía era la liberación de su problema o dolencia, y sólo después venía la exigencia de conversión. Mientras que, frente al bien situado y rico, lo primero que le pedía era la exigencia de conversión y, sólo cuando esta conversión se manifestaba en obras de amor a los demás, anunciaba la salvación para aquella casa (cf. Lc 19, 1-10).

Por eso Jesús no condena sin más al rico, ni canoniza sin más al pobre. Pide a todos que se pongan al servicio de los demás. Para Jesús el verdadero valor es el servicio. Por lo mismo, la salvación del pobre no será convertirle en rico y la del rico robarle su riqueza, sino convertir a todos en servidores, descubrir a todos la fraternidad que cada uno ha de vivir a su manera.

3. Juicio de Jesús sobre las riquezas

No obstante lo dicho, Jesús anuncia y pone en guardia del peligro y riesgo de las riquezas. Aquí la palabra de Jesús no se anda con rodeos. Para Jesús la riqueza, como vimos, no es el mal en sí, pero le falta muy poco. La idolatría del dinero es mala porque aparta de Dios y aparta del hermano.

Así se explican las palabras de Jesús: no se puede amar y servir a Dios y a las riquezas (cf. Mt 6, 24; Lc 16, 13); la preocupación por la riqueza casi inevitablemente ahoga la palabra de Dios (cf. Mt 13, 22); es sinónimo de “malos deseos” (cf. Mc 4, 19). El que atesora sólo riquezas para sí es sinónimo del condenado (cf. Lc 12, 21). Cuando el joven rico no es capaz de seguir a Cristo es porque está atrapado por la mucha riqueza (cf. Lc 18, 23).

La crítica de Jesús al abuso de la riqueza se basa, efectivamente, en el poder totalizador y absorbente de ésta. La riqueza quiere ser señora absoluta de aquél a quien posee. Por eso, Jesús pone en guardia sobre la salvación del rico. Será difícil la salvación de aquel que haya vivido sólo para la riqueza, de la riqueza, con la riqueza, despreocupado del amor a Dios y al prójimo. Haría falta un verdadero milagro de Dios para que consiga la salvación (cf. Mt 19, 23; Mc 10, 25; Lc 18, 25).

Esta es la razón por la que el rico tiene que “volver a nacer”, como sucedió a Zaqueo (cf. Lc 19, 1-10); tiene que compartir, si quiere salvarse, cosa que no hizo el rico Epulón (cf. Lc. 16, 19-31); tiene que aceptar la invitación de Dios al convite de la fraternidad y no hacer oídos sordos, como hicieron los egoístas descorteses, que prefirieron sus cosas y por eso no entraron en el banquete del Reino (cf. Lc 14, 15-24).

¿Se salvará o no se salvará el rico? Si abrimos san Mateo, capítulo 25, 31-46, podemos concluir lo siguiente: Se salvará -rico o pobre- el que haya dado de comer, de beber, el que haya consolado al enfermo, el que haya tenido piedad con sus hermanos. Y se condenará -rico o pobre- el que haya negado lo que tiene, mucho o poco, a los demás.

Es un error pensar que la vida es un ascenso hacia la fortuna material para gozar de los bienes en el más allá. ¡Qué diversos son los bienes que nos alcanzó Cristo con su resurrección! Él nos consigue la verdad, la libertad, la sinceridad, la comprensión, la satisfacción de no tener ansiedades, la paz, el perdón. Y sobre todo, la riqueza de las riquezas: el cielo. Y por ese cielo es necesario vender todo y así comprarlo (cf. Mt 13, 44-46). ¡Es la mejor inversión en vida!


y por ultimo dejo unas cuantas preguntas, que de una u otra manera te ayudaran a conocer y saber si has asimilado la catequesis de esta semana.


  • He robado lo que no es mío?
  • He regresado o he hecho restitución por lo que he robado?
  • Desperdicio el tiempo en el trabajo, en la escuela o en la casa?
  • Hago apuestas excesivamente, negándole a mi familia sus necesidades?
  • Pago mis deudas prontamente?
  • Busco compartir lo que tengo con los pobres?


Padre Nuestro.... Dios te salve..... Gloria


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