
El autor del libro de
Samuel establece de manera evidente que el Señor acompañaba a David. La
narrativa de David se reitera en múltiples dimensiones y a lo largo de diversas
épocas. Dios no opera mediante milagros constantes, sino a través de aquellos
individuos que materializan sus designios. Nuestros logros, así como nuestras
falencias e incluso nuestras transgresiones, se convierten en herramientas para
que Dios elabore su narración, la narrativa de la salvación.
En nuestra existencia, deberíamos armonizar los esfuerzos
humanos con la fe en Dios y la receptividad hacia sus designios. Esto nos
facultaría para ser más humildes ante nuestros logros y más aptos para afrontar
los fracasos sin adoptar posturas trágicas.
David nos ofrece una valiosa lección: nuestras actitudes y
la forma en que tratamos a los demás deben orientarse hacia la construcción de
la unidad en nuestros entornos, ya sean familiares, sociales o religiosos.
Sería deseable lograr la unidad ecuménica entre todos los cristianos, de la
misma manera en que David logró la unificación de su pueblo. Ministerio Isaías
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